El filtro de aire de un vehículo tiene como función mantener limpio el aire que entra en el motor, eliminando partículas de polvo, suciedad y cualquier otro elemento que pueda contaminar los componentes internos.
Más allá de proteger el sistema interno, un filtro en buen estado contribuye a que la combustión sea la óptima (al permitir la entrada de aire necesaria) y, en definitiva, a que el rendimiento del vehículo sea el mejor posible. Del mismo modo, también contribuye a reducir el nivel de emisiones contaminantes.
De manera opuesta, un filtro en mal estado., a la larga, daña el motor, provoca la pérdida de potencia y aumenta el consumo de combustible. Por todo ello, requiere de un mantenimiento.
Cada cuánto sustituir
Por lo general, se recomienda la sustitución del filtro del aire cada 15.000 kilómetros recorridos o, en su defecto, una vez al año. No obstante, este elemento sufrirá más o menos desgaste en función de la zona geográfica en la que se conduzca, de las condiciones meteorológicas y del estilo de conducción que se adopte.
Según explican desde el club RACE, sustituir el filtro del aire es una cuestión sencilla, dado que es fácil de detectar —es parecido a una esponja rectangular con pliegues similares a los de un acordeón— y de ubicar —está dentro de una caja rectangular junto al motor—. La mayor complicación que puede surgir es confundirlo con el filtro del polen, aunque este segundo es más difícil de detectar y de encontrar.
No obstante, no es común que los usuarios sean quienes realicen la sustitución, dado que esta operación suele estar incluida dentro de los servicios básicos de mantenimiento de los talleres y de su reducido coste —ronda entre los 8 y los 20 euros—.