
Con el paso del tiempo y del propio uso, el coche acumula suciedad. Esta acumulación será más rápida según se realicen más kilómetros, atraviese peores condiciones meteorológicas o duerma en la calle. Por ello, cada cierto tiempo requiere un lavado.
Para lavarlo, principalmente existen dos opciones: el lavado a mano y el autolavado o lavado automático.
Lavado manual (manguera a presión)
Para lavar el coche a mano, se puede recurrir al método más clásico: un cubo, jabón y paño, aunque hoy en día lo más práctico es acudir a una estación de servicio que disponga de mangueras a presión.
Este método es más económico que el autolavado. Normalmente, requiere insertar monedas a cambio de tiempo de funcionamiento de la manguera. Si se aprovecha bien el tiempo y el coche no está demasiado sucio, por unos tres euros podemos obtener un buen resultado.
La manguera permite además focalizar sobre las zonas que presenten más suciedad o que sean de difícil acceso, dando un mejor resultado frente al autolavado. Y al tratarse simplemente de agua y jabón, dañará menos la pintura y la carrocería.
Sin embargo, este método de lavado presenta evidentes inconvenientes. Como un trabajo manual, implica un mayor esfuerzo. También, corremos el riesgo de mojarnos.
Lavado automático (túnel de lavado)
El otro método más habitual es el túnel de lavado. Es, sin duda, un método mucho más cómodo: solamente hay que pagar y esperar (fuera, de pie, o dentro, sentado el asiento) a ver cómo una enorme máquina limpia el vehículo con unos grandes rodillos.
Si se escogen opciones más premium, con encerado y abrillantado puede dar lugar a un mejor acabado.
Sin embargo, este método suele ser más costoso que el lavado manual. Además, los rodillos pueden llega a dañar las carrocerías en peor estado, aunque no es nada común dado que suelen estar hechos de fibras textiles.