Bolsa, mercados y cotizaciones

Los cuatro factores que marcarán el rumbo de la bolsa americana a corto plazo

  • La reducción del balance de la Fed preocupa a los inversores
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La renta variable de Estados Unidos ha experimentado un verdadero vaivén en los dos últimos meses. Si el S&P 500 cayó en diciembre un 9%, el pasado mes de enero registró un rebote del 8%. De esta forma, el indicador opera un 15% por encima de los niveles registrados en Nochebuena. En estos momentos, muchas mesas de inversión hablan de cuatro factores que marcarán la tendencia de la bolsa americana a corto plazo, todos ellos sospechosos habituales y en la mira de los inversores desde hace tiempo.

En primer lugar, está la Reserva Federal y su nuevo tono acomodaticio. Con pocas miras de subir tipos en el futuro más inmediato, Jerome Powell y el resto de los funcionarios del Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC) han calmado al mercado que, recordemos, descuenta que no habrá subidas a lo largo del año.

Pero el hecho de que el banco central se este replanteando el adelgazamiento de su balance, que llegó a engordar desde los 740.000 millones de dólares a finales de 2007 hasta los 4,2 billones de dólares en octubre de 2014, también ha brindado una sensación de alivio.

Esta expansión cuantitativa, que hizo que la Fed pasase de ser tenedor del 2,5% del mercado de bonos patrio a acaparar hasta el 11%, tuvo un impacto evidente en los precios de los activos. El S&P 500 se revalorizó un 125% entre diciembre de 2008 y octubre de 2014. Es por ello por lo que la desinversión que viene produciéndose desde octubre de 2017 ha preocupado a los inversores por su impacto en las condiciones financieras.

En estos momentos, los analistas de Goldman Sachs estiman que la Fed detendrá su dieta una vez que el balance alcance los 3,6 billones de dólares, desde los 4 billones actuales. Esto supone una desinversión aproximada de 600.000 millones de dólares y que la institución mantenga alrededor del 7% del total del mercado doméstico de bonos en cartera.

Fuera de la política monetaria estadounidense, las miras se centran en el debilitamiento chino, especialmente después de que el gigante asiático cerrase 2018 creciendo a su menor ritmo en 28 años. La actividad manufacturera del país encadena ya dos meses consecutivos en contracción a la espera de que los estímulos de Pekín, bien fiscales o bien monetarios consigan apaciguar esta tendencia.

Una tendencia que también se ha visto acrecentada por la guerra arancelaria con Washington. Con menos de un mes de margen, EEUU y China deben encontrar terreno común para evitar que la administración Trump acabe por incrementar los aranceles del 10% hasta el 25% sobre un catálogo de productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares. A ello habría que sumar la posibilidad de tasar adicionalmente otro grupo de bienes chinos por valor de 258.000 millones de dólares, lo que implicaría gravar todas las importaciones estadounidenses procedentes de la segunda mayor economía del mundo.

Parece que el existe la voluntad para acelerar las conversaciones entre ambos países en las próximas semanas con la atención puesta en un posible encuentro entre Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, para sellar el acuerdo, que debería incluir compromisos en temas como la protección de propiedad intelectual, los subsidios estatales chinos o la transferencia forzada de tecnología.

Las tensiones comerciales van más allá de China. El próximo 17 de febrero se vence la fecha para que el Departamento de Comercio de EEUU de a conocer sus resultados sobre la investigación a la industria automotriz extranjera y su efecto en las compañías patrias dentro de la Sección 232 de la Ley de Comercio, la misma que se usó para implantar aranceles al aluminio y al acero.

Mientras Washington continúa negociando posibles acuerdos comerciales de mayor o menor calado con Bruselas y Tokio, la posibilidad de que el informe de Comercio avale gravar vehículos y autopartes extranjeros formará parte de la presión de EEUU para lograr parte de sus objetivos comerciales con dos de sus socios comerciales más importantes. Cualquier paso en falso que acabe implantando aranceles a los coches europeos, por ejemplo, será recibido con un contraataque por parte de Europa.

Por último, otro asunto que pesa en estos momentos son las revisiones a la baja que es están haciendo sobre las expectativas de beneficio para este año. Las expectativas de beneficio por acción para el S&P 500 se han recortado un 2% en el último mes y hasta un 4% en el último trimestre.

En el caso de Goldman Sachs estiman un crecimiento del BPA medio de este indicador en los 173 dólares, es decir, un aumento del 6% con respecto al año pasado. Aún así avisan que, dado el debilitamiento de la economía global, incluido EEUU, y los bajos precios del petróleo, las estimaciones podrían caer hasta los 168 dólares, lo que supondría un aumento de tan solo el 3%.

Durante el mes de enero, los analistas han reducido las estimaciones de beneficio para las compañías en el S&P 500 en el primer trimestre hasta en un 4.1%, la mayor rebaja en las proyecciones desde el primer trimestre de 2016, según FactSet. Debido a las revisiones a la baja de las estimaciones de BPA durante, ahora se proyecta que el S&P 500 registrará una pequeña caída en los beneficios (-0,8%) en el primer trimestre con respecto a los registrados hace un año.

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