
De un tiempo a esta parte, la curva de rendimientos del bono americano se ha convertido en un síntoma más del nerviosismo que recorre algunas mesas de inversión. La brecha entre el yield del bono a 2 años y el de 10 años se ha precipitado por debajo de los 30 puntos básicos, perfilando su diferencia como una de las más ajustadas desde 2007. Esta situación ha despertado los temores ya que tradicionalmente este tipo de comportamientos han servido de aviso a la hora de atisbar una recesión en el horizonte.
La deuda a largo plazo generalmente tiene un rendimiento mayor que la deuda a corto plazo, ya que el vencimiento más largo de un bono suele asociarse con un mayor rentabilidad para compensar los riesgos. Cuando el diferencial entre las tasas a largo y corto plazo se reduce, lo que tradicionalmente suele coincidir con un cambio en las expectativas de los inversores, la curva se aplana. Este escenario suele desarrollarse cuando el mercado anticipa un debilitamiento en la coyuntura económica.
De hecho, la curva de rendimientos se ha invertido antes de cada una de las últimas siete recesiones, de ahí la reciente incertidumbre que comienza a apoderarse de algunos inversores. Sin embargo, en algunos episodios, como la recesión de agosto de 1957 o de abril de 1960, dicha inversión no se produjo, es por ello que algunos expertos reiteran que un aplanamiento o una inversión de la curva de rendimientos no es un síntoma suficiente para esperar una contracción de la actividad económica.
Los inversores parecen analizar una ralentización de la economía, pero no una recesión inminente
"El aplanamiento de la curva puede indicar varias cosas sobre la actual expansión económica pero eso no significa que una recesión sea inminente", determina Azhar Iqbal, economista de Wells Fargo Securities. En este sentido, explica que el margen de tiempo entre la inversión de la curva y el comienzo de una recesión económica puede oscilar entre 8 y 23 meses. "Según nuestro modelo de probabilidades de una recesión, el riesgo a corto plazo, entre los próximos 6 a 9 meses, se mantiene cerca de cero", aclara.
En estos momentos, los más optimistas indican que, a corto plazo, los movimientos en la curva responden en gran medida a las expectativas de los inversores, que aprovechan para reasignar riesgos. Las expectativas de un crecimiento económico más lento, que no de una recesión inminente, sirven de catalizador para que se produzcan cambios en la tolerancia del riesgo entre los inversores.
Al mismo tiempo, actualmente, existen dinámicas exclusivas del ciclo en el que nos encontramos. Las subidas de tipos por parte de la Reserva Federal está desplazando al alza el extremo corto de la curva, mientras que el adelgazamiento del balance de activos del banco central estadounidense del balance de la Fed ha reducido las compras en el extremo largo. Por otro lado, los cambios de política relacionados con el déficit presupuestario y el estímulo fiscal en curso podrían impulsar los bonos a largo plazo, una dinámica que típicamente no ocurre tarde en el ciclo económico, según indican desde Wells Fargo Securities.
Aún así, el aplanamiento de la curva no solo afecta al bono americano. Joseph Lavorgna, economista jefe de Natixis, señala que la curva de rendimiento global sufre el mismo problema. "Esto es preocupante, porque la pendiente de la curva es un indicador adelantado de la actividad económica", justifica, mientras que pone de manifiesto que los mercados mundiales de renta fija están telegrafiando que el ritmo del crecimiento real del PIB se reducirá en algún momento del próximo año y continuará en 2020. Desde su punto de vista, una de las medidas que ayudaría a revertir esta tendencia sería una pausa en el encarecimiento del precio de dinero por parte de Jerome Powell y sus chicos, que en estos momentos tienen previsto aumentar los tipos a corto plazo en otros 50 puntos básicos este año.