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China abre una nueva Ruta de la Seda en la que invertirá 8 billones de dólares

  • El plan, enfocado al comercio, engloba al 30% de la economía mundial
  • Repercutirá en beneficios para las compañías expuestas al proyecto
Infografía

En plena encrucijada por la guerra comercial abierta con Estados Unidos, China ha dejado claro que su ambición pasa por convertirse en la primera economía del mundo en los próximos años y en 2018 podría dar el paso definitivo para lograrlo. El macroproyecto bautizado como One Belt, One Road (Un cinturón, Una carretera), que lanzó el presidente Xi Jinping en 2013, debería recibir un importante impulso este ejercicio para sentar las bases de un nuevo sistema financiero que reposaría sobre el régimen de Pekín, en detrimento de Washington.

El denominado (bajo el acrónimo) OBOR es la nueva Ruta de la Seda del Siglo XXI para China. El proyecto consiste, en esencia, en un megaplan de infraestructuras trazado a base de grandes cifras económicas. Se calcula que implicará una inversión de 8 billones de dólares y que conectará a cerca de 68 países, lo que supone una base de consumo de 4.400 millones de personas, aproximadamente el 63% de la población mundial, que aglutina un producto interior bruto conjunto de 2,1 billones de dólares, casi el 30% de la economía global. Un plan pensado a lo grande.

Para ello el Gobierno chino ha trazado un mapa en el que se conectan cuatro continentes -Asia, Oceanía (sólo la parte sur del archipiélago de Indonesia), Europa (llegará a Atenas, Venecia y Róterdam) y África- por vía terrestre, a través de carreteras y ferrocarril, y por vía marítima, mediante oleoductos y gasoductos, para crear y mejorar las relaciones comerciales entre los casi 70 países que participarán en el proyecto y también sus compañías. Medha Samant, directora de Inversiones de Fidelity International en Asia, destaca el impacto que el plan creado en Pekín tendrá sobre firmas internacionales que participen en su desarrollo de manera directa, pero también, indirectamente, sobre las exportaciones de las compañías.

Un endeudamiento excesivo

"China no ha ocultado que ambiciona un papel central en los asuntos a nivel global y ha identificado claramente una oportunidad, mientras que Estados Unidos se encamina hacia una forma de proteccionismo ligero bajo el espectro de un presidente que parece dispuesto a intercambiar influencia por ganancias marginales en acuerdos comerciales bilaterales. China ha aplicado abiertamente una política de poder blando desde la época del predecesor del presidente Xi, Hu Jintao, pero el enorme proyecto de infraestructura Belt and Road para construir redes terrestres y marítimas a través de Asia y Europa constituye el signo más visible de esta ambición", afirma Stéphane Monier, jefe de Inversiones de Lombard Odier, aunque no por ello le faltan detractores.

Recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió a los responsables chinos de las consecuencias de tratar de "resucitar la Ruta de la Seda". Su presidenta, Christine Lagarde, resaltó cómo este proyecto "puede derivar también en un incremento problemático de la deuda, creando desafíos para la balanza de pagos" de muchos países. No hay que olvidar que, a través del OBOR, China no sólo logrará aumentar su comercio exterior, sino que también va ligado a la concesión de créditos por parte de sus bancos, cuyas condiciones financieras, apuntan los expertos, son bastante mejorables si se compara con el cánon occidental.

Un estudio del mes de marzo elaborado por el Center for Global Development, un reconocido think tank con sede en Washington, señalaba directamente a 23 países, que ya "hoy están en riesgo" por su elevada deuda, como víctimas futuras de la expansión china. En Europa, tan sólo incluye a Montenegro. "El plan Belt and Road provee de algo que los países quieren desesperadamente: financiación para sus infraestructuras, pero cuando China ofrece préstamos con estas características podría ser algo más que simplemente bueno para la economía", apuntó John Hurley, coautor del informe.

En 'conflicto'

De lo poco positivo que puede haber en una guerra es que, en teoría, quien la inicia sabe que tiene muchas posibilidades de ganarla. Y en este punto EEUU podría haber errado el tiro.

"Aunque estas amenazas hayan causado alarma entre los inversores de los países emergentes, en el largo plazo, las restricciones comerciales podrían servir sólo para acelerar el rápido crecimiento del comercio entre estos países, excluyendo del mapa a Estados Unidos", señala Kim Catechis, responsable global de emergentes de la filial de Legg Mason, Martin Currie. Desde su punto de vista, la decisión de EEUU "cambiará el punto de rotación gravitacional del comercio mundial en favor de las economías en vías de desarrollo".

Ante esta expectativa, el recorte visto en la bolsa china supone para los expertos un interesante punto de entrada con miras al largo plazo. El CSI 300, principal índice de la bolsa china, cede un 3,4% en el año siendo la única gran plaza de la región en pérdidas en 2018, frente a la subida de Rusia, del 2,2% o el Sensex indio que suma un 3,5%.

Comparativamente hablando, frente a la embestida a golpe de tuit del presidente Trump, China se ha mostrado, desde hace años, más partidaria de la cooperación. "No es algo nuevo", afirman desde Lombard Odier que resaltan los guiños que Pekín viene haciendo al resto del mundo, también a EEUU, antes y después de la imposición de los primeros aranceles al aluminio y al acero chinos. Uno de los últimos, y también más relevante, ha sido levantar la prohibición de operar en el país sin contar con un socio local, algo que podrán hacer ya automovilísticas y financieras sin necesidad de recurrir a una joint venture.

"Tratados comerciales clave, como el TLCAN o la OMC han salido indemnes" de la embestida lanzada por la Casa Blanca, sostienen desde Deutsche Bank. De hecho, hay vida más allá de EEUU para China, probablemente mucha más gracias a otros dos acuerdos que incluyen desde los países del ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) -con una población mucho más numerosa y también más joven- hasta Australia o Nueva Zelanda. "Las exportaciones estadounidenses a Pekín han aumentado un 500 por cien desde la adhesión de China a la OMC en 2001, frente a un incremento del 90% hacia otros destinos. Grandes empresas estadounidenses generan más ingresos en el mercado chino que en el nacional. Además, EEUU debe ser consciente de que China es el mayor comprador de títulos de su Tesoro", apunta el banco germano. Mientras tanto China ha devuelto el golpe a Trump donde más le duele. Su respuesta ha sido imponer un arancel del 179% a las importaciones de sorgo -un 90% de lo que importa China tiene su origen en EEUU-. Y resulta que esta materia prima se cultiva, principalmente, en los estados de Texas y Kansas, dos claros bastiones republicanos.

Otro daño colateral que Trump tampoco tuvo en cuenta es que su proteccionismo es alcista para el dólar y, a la contra, bajista para el yuan, lo que claramente favorece sus exportaciones, aunque la propia China podría hacer de contrapeso ya que es partidaria de una divisa algo más cara, sinónimo de la fortaleza de las economías, más aún tras su inclusión en 2016 en la cesta de divisas de reserva del FMI. En 2018, el renminbi chino se aprecia un 3% contra el dólar, frente, por ejemplo, al 5% de caída de la rupia india.

En un reciente artículo publicado por el Financial Times, que recoge la gestora AXA IM, titulado Cómo ve el mundo la élite china se obtienen cuatro conclusiones claras: que un gobierno autoritario aporta más estabilidad a pesar de todo; que "China no tiene ninguna intención de seguir el modelo económico occidental"; que, por muchos aranceles, su desarrollo tecnológico "no es negociable" y que, a fin de cuentas, "China sobrevivirá a los ataques de EEUU".

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