
Zia Qureshi, además de investigador de la Brookings Institution, es director de estrategia y operaciones en la Oficina del economista jefe del Banco Mundial. Autor de numerosas publicaciones sobre los cambios que está viviendo el mundo con el avance de la tecnología, acudió a Madrid para la presentación del libro Openmind, que edita BBVA todos los años. El investigador ha participado en esta edición con su artículo "Tecnología avanzada, pero crecimiento más lento y desigual: paradojas y políticas", un ensayo en el que trata de explicar el frenazo que está experimentando la productividad en las últimas dos décadas, a pesar de los avances tecnológicos que estamos viviendo. El experto opina sobre las causas, y algunos pasos que se pueden dar para revitalizar la productividad.
El FMI alertó esta semana de una posible recesión global en los próximos años. ¿Qué podría llevar la economía a esta situación?
Hay riesgos que pueden frenar el crecimiento. Distinguiría riesgos a corto plazo, como los niveles de endeudamiento y el impacto que tendrá el aumento de tipos de interés en el coste de capital, o las tensiones comerciales. El otro tipo de riesgos son a largo plazo. Ahora mismo el crecimiento es fuerte por la recuperación de la crisis, pero más allá, el crecimiento dependerá del potencial de una economía para crecer de forma sostenible, y eso depende de fuerzas como la productividad, la participación en el mercado laboral o la inversión en capital, fuerzas que se han debilitado en las últimas décadas.
¿Especialmente la productividad?
Ha frenado hasta el punto de que es la mitad que hace dos décadas. El crecimiento se frenará a menos que se hagan reformas estructurales en áreas como la inversión, la productividad, las tecnologías y la formación de los trabajadores.
¿Porqué se ha frenado?
Tiene que ver con el boom de las tecnologías de la información, de la inteligencia artificial... A pesar de esto, se ha producido la paradoja de que la productividad se ha frenado, cuando debería acelerarse. La causa es que estas tecnologías no se han extendido en las empresas como ocurría en el pasado. Los grandes beneficiados han sido un número pequeño de compañías. Entre 2000 y 2014 la productividad laboral en el 5 por ciento de las empresas más grandes de la OCDE aumentó a un ritmo del 35 por ciento; para el resto, al 5 por ciento. La causa es que la competencia entre empresas se ha debilitado, lo que ha reducido incentivos para innovar y mejorar la productividad. También hay barreras de difusión de las tecnologías por las patentes. Este es un área hacia donde deben enfocarse las reformas. El mercado se ha concentrado mucho; el dinamismo ha caído, el porcentaje de empresas jóvenes sobre el total ha caído. La concentración de beneficios ha aumentado, y también hay un factor tecnológico: los avances, por las economías de escala, el efecto red, el acceso a big data, genera la tendencia de que el ganador se lleva todos los beneficios. Hay que pensar en la forma que permita revitalizar la competencia, a través de políticas nuevas que respondan a este fenómeno nuevo de que el vencedor se lo lleva todo.
¿Qué políticas pueden ser?
Hay un papel para las políticas antimonopolio, pero tendrían que ser adaptaciones para los nuevos tiempos de las políticas clásicas de este corte. Los nuevos gigantes, basados en redes, plataformas... son distintos de los monopolios tradicionales. Cómo se gestiona el big data, podría ser un ejemplo. Estas empresas no han crecido por falta de competición, han logrado hacerlo mejor, pero una vez consiguen posiciones dominantes, levantan barreras, con patentes, adquisiciones de startups, para prevenir que lleguen competidores. Alphabet, Facebook, tienen tal cantidad de datos que cuentan con una ventaja enorme. Una medida podría ser que estos datos fuesen transportables a otras plataformas. Otra área importante son las políticas laborales, porque la tecnología ha cambiado la demanda de habilidades, competencias, de capacidades. Hay una carrera entre la tecnología y la educación, y esta última está perdiendo. Como la formación no ha mantenido el ritmo de la demanda, ha afectado también al avance de la productividad.
Defiende también en su artículo que la desigualdad se ha incrementado.
Es otra implicación de lo anterior. Si el avance tecnológico hace que caiga la demanda para habilidades de perfil bajo, y la oferta no responde, el diferencial aumenta, ya que la prima para las habilidades de perfil alto aumentan. Ese es el segundo área de reformas: la necesidad de fortalecer la educación en habilidades de perfil alto. De forma similar, los sistemas de protección social tienen que evolucionar. La tecnología y la globalización han hecho que la gente cambie de trabajo de forma más rápida. Antes había una relación de empleador empleado que ya no existe como tal. La gente trabaja mucho más de forma independiente, y pronto no habrá un dominio claro de la relación tradicional entre trabajador y empleador. En el futuro, el auge de las políticas laborales deben moverse hacia todo esto. Es una causa perdida tratar de proteger trabajos que ya se han perdido por el avance de la tecnología. En lugar de proteger eso, será clave ayudar a los trabajadores para que encuentren nuevos puestos, y fortalecer el sistema de protección social.
¿Cree que los políticos serán capaces de hacer estas reformas sin ahogar el progreso tecnológico?
Los avances tecnológicos y la globalización son las dos fuerzas que más han contribuido al crecimiento económico, pero también son las que están creando más ansiedad social, es otra paradoja. La causa es que hay ciertos efectos negativos, como el aumento de la desigualdad, pero no son inevitables, han ocurrido porque las políticas no se han adaptado a las oportunidades que han surgido con la globalización y la tecnología. La respuesta correcta no es volver atrás o ir en contra de estas fuerzas. Además, no es posible. Es claro que no se puede.
Se podrían prohibir ciertos servicios
Si, es cierto, pero al final la gente desarrollaría otra forma de organizarse. La tecnología es una fuerza primitiva, fundamental. Puedes intentar hacerlo, pero eso sería una respuesta perversa. La respuesta correcta sería hacer políticas que ayuden a maximizar estas fuerzas, mientras te aseguras de que su impacto es inclusivo, que no genera desigualdad. Eso nos lleva de vuelta a lo de antes: hay menos competencia. Lo fundamental es que el impacto negativo, que ha generado tanto rechazo popular, está ahí por el fracaso de la política y de los mercados. Si las políticas ponen de su parte, el resultado sería mucho mejor. Pero políticamente es muy difícil. Es más fácil identificar políticas que deben cambiar, pero es mucho más difícil hacer que esto ocurra, por la propia realidad de la política: hemos hablado antes de la mayor concentración. Por la posición y el tamaño que han tomado estas empresas, tienen una posición en la política, a través de la generación de rentas, de puestos de trabajo... etc. No está en el interés de un político que esto cambie, porque se están beneficiando de ello. Ahí hay un nexo entre los beneficiarios del sistema actual y el mundo de la política, que hace difícil que lleguen las reformas. Ahí está un reto. Los políticos deben ver qué es lo que se está poniendo en riesgo. Uno debería ser prudencialmente optimista, y este es el gran reto de nuestra era: cómo acelerar las reformas políticas para enfrentar los retos actuales. Además, hay un factor de aprendizaje. Se necesita un tiempo para poder apreciar qué es lo que ha cambiado, y qué es lo que se acerca, con sus implicaciones. En algunos áreas la dirección de las reformas que se deben tomar es clara, pero el diseño preciso de acciones y medidas no es claro. Debe haber mucho aprendizaje, mucho pensamiento independiente, experimentación, formas de hacer nuevas políticas... Para mí es claro que los sistemas actuales están tomando un papel en el aumento de los monopolios. Sabemos ahora que hay que cambiar los sistemas de protección social, que ha cambiado el paradigma trabajador empleador. Hay cosas que se barajan, como rentas básicas... ... Y de forma similar con la formación: está claro que sabes que hay que continuar con la educación, mejorarla, pero el nuevo elemento es, ¿Cómo lo hago? ¿Son buenos modelos los que tengo para experimentar?
¿Tenemos políticos con nivel necesario para enfrentarse a estos retos?
Es cierto que la política siempre es turbia. Es su naturaleza. Las reformas son difíciles. Sin embargo, en ocasiones, algo que parece malo en la corteza, como políticas populistas, a veces pueden impulsar reformas que podrían terminar teniendo buenos resultados. Nunca se sabe. Pero hay algunos experimentos prometedores. Tampoco es cierto que el panorama político sea muy malo en todos sitios. Es cierto que los desarrollos en ciertos lugares del mundo son preocupantes, y hay discusiones contra la globalización, la tecnología... etc. Pero creo, en Francia, por ejemplo, Macron ha dado algunos pasos que están alineados con lo que estamos hablando. Tiene oposición, si, pero hay por lo menos una demostración de liderazgo. Está intentando cambiar lo que hablaba antes de reformas laborales, mejorar los sistemas de protección social. Mover a la gente a nuevos trabajos, en lugar de defender los antiguos. Ha tomado algunas iniciativas por el camino que hemos comentado: cuentas portátiles, por si trabajas con varios empleadores, que tengas también derechos de entrenamiento. Creo que inicialmente podrían ser derechos de formación. En cualquier caso, que se puedan acumular estos derechos y sea posible que los mantengan vayan donde vayan. Ciertamente, ahora hay más discusiones sobre todo esto, sobre cómo se tiene que adaptar la política, particularmente en Estados Unidos, donde yo trabajo.
¿Está dando pasos el gobierno estadounidense?
Hay en términos de debate, uno mucho más activo. Podrías tener una situación peor, en la que ni se mencionase, pero ahora ya hay más atención. Hay debates activos de cómo los sistemas de protección social deben evolucionar. En algunos otros lugares hay incluso experimentación: en Finlandia con renta básica, en Ontario, Canadá, también...
¿Cree que se puede hacer, una renta básica universal?
Depende del contexto. La razón por que haya surgido esta cuestión es por las nueva tecnologías, trabajadores perdiendo el puesto. Por cambios de los mercados laborales... etc. Esta sería una forma de proveer protección básica; no es la única, pero es una que está sobre la mesa. Depende mucho del nivel que establezcas, tiene que ser fiscalmente sostenible. Se puede estructurar, sí. Hay gente preocupada, además de porque se pueda pagar, por cómo puede afectar a los incentivos de la gente para trabajar. Si garantizas una renta hagas lo que hagas, la gente puede dejar de trabajar. Y ahora, especialmente en sociedades envejecidas, necesitas más fuerza laboral, no menos. La gente piensa en alternativas para gestionar esto. Está, por ejemplo, el impuesto negativo sobre la renta. Que hasta cierto salario, tu tipo impositivo sea negativo. Sólo tendrías el beneficio si trabajas. Es bueno que haya este debate sobre la mesa, pero al final, la política es diferente. Está bien que haya más reconocimiento, y que haya más debate, pero la política tiene sus propias dinámicas. Pero no puede seguir estando divorciada de lo que está pasando. La desigualdad no puede seguir creciendo y creciendo. Son tiempos muy interesantes. Un gran factor que está remarcando esto es el cambio tecnológico: qué ha cambiado y qué va a cambiar. El Internet de las cosas... etc.