
Al escribir estas líneas aún no está completamente cerrado el primer trimestre del año pero, si algo hemos podido comprobar en su transcurso, es un sentimiento dual y, ojo, bastante típico desde el punto de vista de la psicología del inversor: de un lado, y sobre todo durante los primeros días de enero, asistimos a la denominada complacencia compradora, en la que subyace el pensamiento de que la bolsa solo puede subir (no podemos dejar de señalar que el Ibex llegó a estar por encima de los 10.600 puntos, con una rentabilidad en torno al 6% en el año).
De otro, hemos visto también el pánico vendedor con un Ibex que perdió más de 1.000 puntos y un 10% de su valor en menos de 10 sesiones bursátiles.
Incluso para los que llevamos mucho tiempo en este sector, habituados a cambios importantes en el mercado, tanta volatilidad en este primer trimestre del año ha sido un tanto sorprendente y difícilmente justificable.
Si a los buenos datos macroeconómicos de Estados Unidos en 2017, con un crecimiento económico del 2,3%, un mercado laboral cercano al pleno empleo y los precios muy contenidos, le sumamos la buena marcha de la eurozona durante el año (el PIB se incrementó un 2,5%, el mejor registro de la última década) y la fortaleza de la economía española, con un crecimiento del 3,1%, entendemos por qué los índices se vieron impulsados hacia el terreno positivo durante las primeras semanas de 2018.
Sin embargo, los miedos a un cambio en la política monetaria estadounidense, que hacía pensar en el posible final de la barra libre del dinero gratis, unidos a una bolsa en máximos, provocaron una severa corrección en los mercados americanos en el mes de febrero que, como no podía ser de otra manera, se extendió a los mercados europeos.
Después de tanta volatilidad y movimiento, ¿qué hacemos? ¿Vendemos lo invertido? ¿Incrementamos la inversión? Las correcciones ¿son una oportunidad? Las respuestas hay que buscarlas en un análisis de la variable que, sin lugar a dudas desde mi punto de vista, es más determinante a la hora de seleccionar una inversión en bolsa: el crecimiento de los beneficios empresariales y lo que el mercado descuenta o refleja de dichos crecimientos, es decir, las valoraciones. Y es haciendo este análisis donde encontramos noticias positivas que nos hacen ser optimistas.
Tras casi 10 años de decepciones al comparar los resultados esperados por los analistas a principios del ejercicio y los resultados realmente obtenidos a su finalización, 2017 cambió la tendencia; se produjo alineación entre ambos extremos. Creo que es muy posible que en 2018 se repita esta situación. Las expectativas de crecimiento de los beneficios se sitúan en el 8% con respecto a 2017, un nivel que debería ser fácilmente alcanzable a tenor de la evolución positiva de las economías global, europea y española, así como por la situación del negocio y las expectativas de las propias compañías.
Con respecto a las valoraciones, cabe señalar que el Ibex cotiza a un múltiplo PER del 2018 -la relación entre el precio y el beneficio por acción- por debajo de 13 veces, lo que representa una valoración inferior a la media de en torno a 13,5 veces mostrada por el Ibex desde 2001. Y, sobre todo, el selectivo español cotiza a un descuento de más del 20% con respecto a las valoraciones del índice durante la mayor parte del periodo 2013-2017.
En Mirabaud Securities, y dejando a un lado los sentimientos del mercado, los niveles actuales del Ibex nos parece que aportan una buena oportunidad de entrada para nuevas inversiones desde el punto de vista de los fundamentales. La combinación de evolución positiva de los beneficios de las empresas y valoraciones atractivas de mercado antes descritas suele ser garantía, con matices, porque en el ámbito de la inversión nada está totalmente garantizado de éxito.
Eso sí, conviene no olvidar nunca una de las reglas no escritas que se configura como una de las premisas importantes a la hora de invertir en bolsa con éxito: los horizontes de inversión deben ser a largo plazo, lo que permite no tomar decisiones basadas en los sentimientos y sustenta el que las propias compañías puedan cumplir con planes de crecimiento a lo largo del ciclo económico.