En un país de la banca de cuyo nombre no querremos acordarnos vive un economista formado a través del baloncesto en el Ramiro de Maeztu, camisas blancas sin corbata por adarga, partido flaco y Peugeot corredor con el que pensaba surcar España. Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, es el Quijote que después de haber ya caído frente a molinos que creía gigantes sigue confundido por su particular interpretación de ver el mundo.
Esta semana ha propuesto que si los españoles contribuyeron "con el sudor de su frente al rescate de la banca, es justo que ahora sea la banca quien ayude a sostener el sistema de pensiones". Demagogia de libro, porque lo primero que se hizo al salvar a la banca fue rescatar a los depositantes de los bancos que estaban en problemas; y lo segundo, los bancos que se rescataron fueron cajas esquilmadas por la mala gestión política. ¿Qué culpa tienen los accionistas del Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell o Bankinter que las entidades en las que invierten vayan a recuperar en los próximos años beneficios históricos? Si nadie ha socializado sus minusvalías, por qué ahora alguien quiere recoger parte de sus plusvalías. Y si han recibido ayudas públicas por quedarse cajas esquilmadas fue por formar parte de la solución y no contribuir más al problema. El problema de la insostenibilidad de las pensiones actuales, señor Sánchez, y señores Rajoy, Rivera e Iglesias, es el mayor de nuestro país, y ustedes no hacen más que agravarlo desplazando la situación hacia otros problemas, proponiendo soluciones menores.
La banca calla que en un par de años recuperará beneficios históricos. Y no lo hace por temor a 'tasas Tobin' auspiciadas por Sán- chez o verbalizaciones de la misma más salvajes desde Podemos y sus confluencias. Los bancos miran al calendario que después de haber desplazado la subida de tipos casi a 2020 ahora vuelve a acercar el alza del precio del dinero a finales de 2018. Se acaba la sequía de casi una década. Me aseguran que Ana Botín nunca habla ni proyecta que en 2019 Santander superará las ganancias históricas que logró su padre justo diez años antes, y que en 2020 alcanzará los 10.000 millones, convirtiéndose en la segunda compañía española que logra este hito tras Telefónica en 2010. No lo hace porque desde hace muchos años en el Santander se han dejado de hacer proyecciones y no se piensa que el cielo es el límite, sino en sacar mayor rentabilidad que la competencia o acercarse a los mejores. Fue precisamente Emilio Botín quien, después de los años de vacas gordas, y de aquel sky is the limit, renunció a los objetivos de ganancias. Cuando llegaron las vacas flacas, fueron los accionistas del Santander los que tuvieron que elegir entre cobrar dividendos mentirosos con los scrip y renunciar a mucho más de la mitad de su participación en el banco, o aguantar que no había beneficio para retribuir. Señor Sánchez, el accionista, que sobre todo es ahorrador, también su- da por la frente.