
El programa de compras del Banco Central Europeo (BCE) está cambiando la proporción de deuda pública española que está en manos de los inversores extranjeros, que tradicionalmente se han caracterizado por ser uno de los principales compradores de este activo.
Según los últimos datos publicados por el Tesoro Público, a cierre de septiembre, es decir, antes de que se desatase la tormenta de la renta fija, este tipo de inversor posee un 47,75% de los bonos y obligaciones emitidos por el Estado, más de 353.600 millones de euros. Se trata del porcentaje más bajo desde 2014. El dato tiene una matización muy clara y es que la cantidad en manos del Banco de España, que es el que materializa las compras en nuestro país, enmarcadas dentro del QE que Mario Draghi lanzó en marzo de 2015, no ha dejado de subir.
"Los inversores foráneos cada vez tienen un porcentaje de deuda menor, porque el Banco de España (BdE) es quien realiza las compras del BCE", explican fuentes del mercado. Si antes de que Draghi se lanzase a adquirir deuda soberana en el mercado el Banco de España apenas tenía un 5% de los bonos y obligaciones, ahora ha pasado a controlar el 16,57% o, lo que es lo mismo, 122.700 millones (86.000 millones más que antes de marzo de 2015).
Al mismo tiempo, el porcentaje de deuda a largo plazo en manos de los foráneos, que llegaron a poseer más de la mitad de todo este papel en 2010, el 54,7%, no ha dejado de caer en los últimos meses. "Cuando el BCE empezó a comprar deuda española, los inversores vendieron sus bonos al banco central para reemplazarlos por otros activos con rentabilidades más altas o que ofrecen diferentes oportunidades de inversión", señala Nick Hayes, gestor senior de renta fija de AXA IM. "Muchos de esos inversores", continúa, "también han tenido ganancias significativas en los últimos años, ya que la rentabilidad de los bonos llegó a caer. En 2014, su interés era del 4% y en 2016 del 1%" -actualmente se encuentra ya en el 1,59%-.
Al revés que en la renta variable, cuando la rentabilidad de un bono cae implica que su precio ha subido y, por tanto, proporcionado ganancias a los inversores. Ahora, con la victoria de Donald Trump en las elecciones americanas, el escenario ha cambiado: la deuda soberana ya no es una fuente de retornos, sino de pérdidas, porque descuenta que habrá crecimiento, inflación y, por supuesto, subida de tipos en diciembre en EEUU.
Así, por ejemplo, desde que el bono español marcó mínimos históricos en el 0,88%en septiembre, las minusvalías latentes para quien entrase en ese nivel y no pretenda quedarse a vencimiento alcanzan el 5,8% y son aún mayores en los plazos más largos.
En este escenario, "uno esperaría que los inversores más variables fueran los foráneos, ya que los inversores locales poseerían de forma natural más deuda gubernamental", apunta Hayes. Aunque el BCE está quitando cuota a los inversores extranjeros en la estructura de la propiedad de la deuda española a largo plazo, si se incluye lo que tienen en vencimientos más cortos, es decir, en letras del Tesoro, que no entran dentro del radar del organismo europeo, entonces el porcentaje en su poder se eleva hasta el 50,45% -que, aún así, es el más bajo desde enero de 2015-.
Sin atractivo
Visto en perspectiva, el BdE es el único que aumenta mes tras mes la proporción de deuda española a largo plazo en su poder y no de forma puntual, como han hecho en septiembre los bancos, las aseguradoras o los fondos de inversión, entre otros.
Por detrás de los extranjeros y el organismo español, los bancos son los siguientes que más deuda española guardan en sus balances. Y eso que la proporción respecto a años anteriores también se ha reducido, ya que llegó a representar un 20% en agosto del año pasado, frente al 17,9% actual. Según datos de Bloomberg, a cierre del ejercicio anterior, el Banco Santander y CaixaBank figuran entre los que mayor proporción tienen -así como sus gestoras-. Junto a la banca, las aseguradoras son las siguientes con más deuda española a largo plazo, con un 7,94% -hace quince años tenían prácticamente un 10%-.