
Puede que en la mayoría de los mercados los inversores hayan dado por concluido el ciclo alcista de las materias primas, pero los que negocian con la soja en China no quieren darse por enterados. Mientras que prácticamente todos los activos, desde el algodón al acero, se desplomaron en abril tras la intervención estatal, el volumen de los futuros de la soja no deja de crecer.
Para hacerse una idea del volumen de esta fiebre se puede recurrir a una comparación clásica: la cantidad que cambia de manos en un día en la bolsa de Dalian (42 millones de toneladas al día) supera el consumo anual de Estados Unidos (30 millones) y deja en ridículo la contratación que se hace en la muy agrícola y muy carnívora Chicago Board of Trade (15 millones).
Detrás de este rally está en primer término la escasez de la soja, de la que sale el aceite usado en productos alimentarios para humanos y -como subproducto- la harina con la que se alimenta a millones de cerdos, y que viene causada por la sequía en Brasil y las inundaciones de Argentina.
Es poco aventurado añadir que, además, se debe haber subido al carro el pequeño ejército de especuladores privados que juegan en las bolsas chinas, y que estaría apostando a que los productores de carne de cerdo tendrán que echar pronto mano a las existencias.
Es fácil por eso vincular la creciente demanda de harina de soja también con el precio del porcino chino, que se ha disparado en los últimos meses después de que el recorte de la cabaña más poblada del mundo (6 de cada 10 cerdos del mundo) tocase suelo y conforme los consumidores chinos se recuperan del impacto de las últimas turbulencias. Si le gusta el chop suey, compre soja.