Los episodios de volatilidad protagonizados por la deuda española están lejos de justificarse por el hecho de que el Parlament votara a favor de una "desconexión" del Estado. Si el bono español a diez años reconquistó niveles no vistos desde el pasado 28 de septiembre (el día posterior a las elecciones autonómicas catalanas) lo hizo escoltado, de un lado, por la inestabilidad que produce entre los inversores la perspectiva de unas elecciones generales en España el próximo 20 de diciembre y que ya empieza a cotizar en el mercado. Muestra de ello es que el diferencial entre la prima de riesgo española y la italiana se amplió hasta los 21 puntos básicos, cuando hace tan sólo seis días esta diferencia era de 7 puntos. "Lo normal es que vayan de la mano y ahora esa relación ha hecho que la española esté por delante debido a las elecciones generales", afirmó Eduardo Naranjo, gestor de renta fija de Caja de Ingenieros, cuando el riesgo país nacional cerró en 129,5 puntos básicos. El segundo motivo -también el fundamental- que afectó al mercado de bonos fue la formación de un futuro Gobierno de izquierdas en Portugal, después del acuerdo alcanzado para arrebatar la presidencia al líder de los conservadores, Pedro Passos Coelho. El bono luso a diez años disparó su rentabilidad un 15 por ciento, hasta zonas no vistas desde julio (cuando se exigía un 2,8 por ciento). Considerando este contexto, los inversores están poniendo en precio en el mercado la posibilidad de que un arco parlamentario fragmentado pueda reproducirse también en España. Por ello, exigieron más a la deuda española para ser comprada, hasta una rentabilidad próxima al 2 por ciento, pese a que finalmente se relajó hasta el 1,96.
Desde el pasado 28 de octubre, momento en el que los principales bonos europeos marcaron su mínimo más reciente, aquel inversor que atesorase en su cartera deuda española asume pérdidas del 3,85 por ciento. Especialmente afectados han sido los compradores de deuda lusa, cuyos títulos a diez años asumen pérdidas del 4,1 por ciento en las últimas dos semanas.
Otro argumento que evidenció que detrás de la escalada del bono español a diez años no estuvo el desafío soberanista catalán es que la deuda cotizada de esta comunidad permaneció sin sobresaltos, según Bloomberg. Así, en los títulos a más corto plazo, con vencimiento en noviembre de 2016, el interés se mantuvo sin cambios en el 1,79 por ciento y lo mismo ocurrió en el papel con término en 2018, en el que la rentabilidad se quedó plana en el 2,39 por ciento. Ni siquiera la deuda a más largo plazo, con vencimiento en 2020, sufrió tensión ayer.
La subida de tipos puede más
Las ventas no se quedaron en el mercado de deuda, también estuvieron presentes en el de renta variable. Europa no sólo tuvo que cotizar el varapalo de la bolsa portuguesa, superior al 4 por ciento, sino que también tuvo que lidiar con el arranque bajista de Wall Street, originado en la expectativa de que la Reserva Federal empiece a normalizar su política monetaria después de que el viernes se publicara un buen dato de empleo. El resultado es que ni una sola plaza europea se salvó de las pérdidas. Por detrás de la portuguesa, la segunda más afectada fue la italiana, al dejarse un 1,88 por ciento; seguida de la alemana, que bajó un 1,57 por ciento y la española, que retrocedió un 1,22 por ciento.