Hubo unos años, después de que el presidente del Banco Central Europeo (BCE) salvase al euro, que cualquier excusa era buena para comprar un bono y ver cómo su precio subía y subía. Esos días parecen muy lejanos, pero en realidad sólo han pasado tres semanas. Eso sí, tres semanas de pérdidas intensas que han puesto contra las cuerdas a muchos inversores. Ha sido la tormenta perfecta que todos los expertos temían y que casi ninguno supo ver cuándo llegaría.
El miércoles parecía que la sesión sería tranquila. Los datos de crecimiento del PIB en los países de la eurozona encajaban con las previsiones de los expertos y hacían augurar una sesión de compras generalizadas... nada más lejos de la realidad. Al cierre de la sesión, todos los bonos subieron su rentabilidad hasta marcar nuevos máximos del año (mínimos en precio). El Bund alemán saltó del 0,59% en el que estaba a media sesión hasta el 0,724% al cierre, su nivel más alto en más de cinco meses.
¿Qué ocurrió tan importante como para cambiar el signo de todo el mercado de deuda europeo? En realidad, nada muy relevante, que es lo que más asusta a los analistas. El mal dato de ventas minoristas en Estados Unidos fue el detonante del giro, un indicador que, si bien fue negativo, en otras fechas apenas hubiese movido las rentabilidades europeas. El problema es que los inversores están en estado de alerta después de tres semanas para olvidar, lo que provoca que cualquier dato que se salga de los planes vuelve a provocar una oleada de ventas. Es la tormenta perfecta sobre la deuda europea, que se retroalimenta cada día y que ya ha provocado 15 sesiones de pérdidas de las últimas 17 en el bono alemán.
Tres semanas de aguacero
Hace menos de un mes cotizaban con rentabilidades negativas todos los títulos de deuda alemana hasta el tramo a 9 años. Al cierre de miércoles, sólo los vencimientos hasta el tres años pagaban retornos negativos. El aguacero sigue empapando a los inversores, que ven cómo las pérdidas aumentan día a día sin tregua. En esas 17 sesiones que han pasado desde que el Bund alemán cerrara en sus máximos del año de precio, la media de los bonos europeos dejan unas pérdidas del 5,2%, suficientes como para borrar todas las ganancias conseguidas hasta la fecha.
De los grandes bonos de la eurozona, el español y el italiano son los que mejor se comportan en este periodo, ya que sus pérdidas se limitan al 3,76 y 3,67%, respectivamente. Por el contrario, los bonos del centro de Europa son los que sufren un deterioro más vertical. El Bund alemán deja un agujero en las carteras de los inversores que supera ya el 6%, igual que los títulos de Francia y Bélgica.
Desmontando el mito griego
El miércoles fue otra sesión de rumores en Atenas y Bruselas. El mercado valora la opción de un rescate a Grecia, pero esta vez, fuera del euro, otras voces apuntan a que el FMI no participará en el tercer rescate al país. La incertidumbre sobre el futuro de Grecia es muy alta, lo que ha llevado a especular que podría ser la causa del giro del mercado de deuda. Nada más lejos de la realidad.
Si Grecia fuese el objetivo de todas las dudas, sus bonos no estarían subiendo al ritmo que lo hacen. En estos 17 días, el precio del título griego a 10 años ha subido un 22%.
El motivo de este giro hay que buscarlo en otros factores. El principal era la distorsión de los precios que había provocado el BCE con sus estímulos monetarios. Los bonos no respondían (y todavía siguen sin responder) a los fundamentales de las economías de la eurozona. Las expectativas de precios y crecimiento siguen apuntando al alza, lo que debería empujar a las rentablidades todavía más arriba. Otro de los motivos de este giro es el precio del petróleo, ya que es uno de los factores clave que determinan el nivel de la inflación. El miércoles volvió a subir, hasta 68 dólares, lo que eleva más las rentabilidades.
