Bolsa, mercados y cotizaciones

Tribuna de Expertos: Francisco Gómez García, Profesor Titular de Economía de la Universidad de Sevilla

"La responsabilidad social corporativa: presente y futuro del capitalismo"

MADRID, 4 (EUROPA PRESS)

Este curso, antes de finalizar mis clases de Ética Empresarial, una alumna me preguntó: "¿Por qué ahora la RSC?" y "¿hasta cuándo?". Tras dos meses pensando intermitentemente en estos interrogantes certeros he intentado elaborar una respuesta coherente y fundamentada. Evidentemente, la acción social de las empresas no es algo nuevo y podemos remontarnos al siglo XVIII con la labor de las Cajas de Ahorro y Montes de Piedad. Además, tenemos en el siglo XX múltiples ejemplos de filantropía por parte de distintos empresarios y magnates. Podría pensarse que estamos ante "old wine in new bottles", pero la RSC es mucho más que todo esto, pues implica y reconvierte a todas las áreas de gestión estratégica de una empresa. Es, sin duda, un cambio de actitud en la forma de enfocar los negocios y no sólo una cuestión de cosmética. Estamos hablando de una actitud estrat-ética donde la empresa integra completamente lo económico y lo ético.

La pregunta de mi alumna parece que ya se la hizo Milton Friedman en los años sesenta. Su respuesta fue tan concisa como taxativa: la única responsabilidad de una empresa es generar beneficios para sus accionistas. Recientemente, el semanario británico 'The Economist' retoma el argumento de dicho Premio Nobel y parece dejar cerrado el debate. Es cierto que estamos ante un puzzle de muchas piezas (tantas como stakeholders: proveedores, empleados, sindicatos, clientes, accionistas, competencia, sociedad...) pero, con un poco de paciencia y perseverancia, podemos ensamblarlas (en nuestra empresa -grande o micropyme-, ONG, Administración Pública, Universidad,...) y pasar a un mundo mejor. Con un poco de visión histórica podemos hacerlo. En este sentido no podemos olvidar que el gran J.A. Schumpeter en la primera mitad del siglo XX predijo que la separación entre la propiedad y el control de las grandes corporaciones contribuiría a la destrucción del capitalismo. La RSC nunca separa, al contrario, une. Y la unidad (capital social) hace la fuerza y el beneficio económico y social.

En primer lugar voy a dar un argumento teórico a favor de la RSC. Aunque supongamos que una Economía de Mercado genera eficiencia económica y bienestar a los ciudadanos, siempre existen externalidades negativas y positivas. Un ejemplo evidente de la primeras es la contaminación medioambiental que realizan muchas empresas --que cobró su máxima expresión en el caso del 'Prestige'--. Un ejemplo de las segundas son las empresas que se han mentalizado desde la base que operan en la sociedad y en un ejercicio del "deber de gratitud" retornan a la misma una parte importante de sus beneficios. No son ONG, son empresas responsables y, si me apuran, inteligentes a corto, medio y largo plazo. Como es fácil de comprobar, la RSC permite internalizar ambos tipos de externalidades.

Además, las empresas responsables y sostenibles no confunden valor y precio --confusión de necios, según el poeta Antonio Machado--. Por ejemplo, si nos centramos en las empresas de construcción residencial podemos ver claro esta cuestión. La existencia de una burbuja inmobiliaria en España está en boca de todos (un informe publicado en 'The Economis't sitúa esta sobrevaloración del precio de la vivienda en España en un 25%). Evidentemente, esto tiene que ver con la inadecuada gestión del suelo urbano en nuestro país, pero también con la política de fijación de precios de las empresas citadas. No se debe olvidar que si ajustamos el precio al que nos marcan los fundamentos (coste medio, incluyendo rendimiento normal sobre la inversión), nuestros jóvenes podría acceder a la vivienda sin pagar una cuota hipotecaria de más del 33% de su renta mensual (equilibrio financiero promulgado repetidamente por el Banco de España). La forma más directa de hacer RSC por parte de las empresas es bajar los precios (redistribución de la renta a través de unos precios justos). Sin embargo, la racionalización del mercado de suelo compete al Tribunal de Defensa de la Competencia.

El reciente cambio de siglo pareció crear el caldo de cultivo y aglutinar la masa crítica de agentes económicos para que prendiera definitivamente la RSC en nuestras organizaciones. A nivel mundial, la ONU difunde el Pacto Mundial. En el ámbito español, se crea Forética, una asociación sin ánimo de lucro cuya finalidad es fomentar la cultura de la gestión ética y socialmente responsable en las organizaciones. Cuenta actualmente con más de 150 socios, entre empresas, consultoras, auditorías y ONG. El dinamismo actual de este excelente foro para la evaluación de la gestión ética en España y el que el gobierno español haya creado una Subcomisión en el Congreso de los diputados para la RSC, nos llenan de esperanza sobre que pronto en España se consuma y se invierta de forma socialmente responsable. La alternativa es la pérdida de productividad, competitividad y mercados: la temida deslocalización. Claro que la RSC es voluntaria y supone un plus sobre la legalidad vigente, pero también es claro que el darvinismo empresarial es una ley implacable. Sobrevivirán las empresas más fuertes e innovadoras (la RSC es básicamente una innovación).

Me gustaría terminar este artículo de opinión dejando claro que mi defensa de la RSC no sólo se basa en argumentos económicos. También se basa en argumentos menos racionales, digamos emocionales. Es evidente que la calidad del clima laboral (gestión ética del capital humano: liderazgo ético, conciliación, mayor protagonismo de la mujer, coaching, códigos éticos, compromiso...) de las organizaciones encontrarán un correlato en la calidad de los productos y servicios ofrecidos por las mismas a la sociedad. Pero todo esto se relativiza si nos enfrentamos directamente al problema de la pobreza en el mundo, que alcanza su máxima expresión en el África Subsahariana. A través de una ONG conozco el caso de Malawi (11 millones de habitantes, 1 millón de huérfanos, esperanza de vida de 36 años, SIDA, malaria...).

Pero el movimiento se demuestra andando, como ha hecho Novartis -líder mundial en la industria farmacéutica-, que literalmente está salvando vidas con, por ejemplo, la Fundación Novartis para el Desarrollo Sostenible. Y como exclama un proverbio judío: '¡Quien salva una vida salva a la humanidad!'. Dado todo lo anterior, nuestra apuesta es igual de fuerte que decidida. Si el siglo XVIII fue el del triunfo de la filosofía; el siglo XIX, el del triunfo de la industria; el siglo XX, el del triunfo de la alta tecnología (con la culminación de las TICs y la sociedad de la información); el siglo XXI será el del triunfo de la RS"O"(organizaciones) --civismo organizacional--, en particular, y de los activos intangibles, en general.

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