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Defensa e innovación: la nueva frontera industrial que España no puede ignorar

Defensa e innovación: la nueva frontera industrial que España no puede ignorar
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En un contexto internacional marcado por la aceleración tecnológica, la inestabilidad geopolítica y la presión por garantizar la autonomía estratégica europea, la innovación en defensa se ha convertido en una prioridad tanto para la Unión Europea como para España. El Fondo Europeo de Defensa (EDF) es hoy el principal instrumento de la UE para impulsar la cooperación y el desarrollo conjunto de tecnologías críticas, ofreciendo a los Estados miembros la oportunidad de reducir la fragmentación, fortalecer su base industrial y acceder a financiación estratégica.

España, plenamente consciente de los desafíos internacionales y de la urgencia de reducir la dependencia exterior en tecnologías clave, ha intensificado su apuesta por la I+D+i y la colaboración internacional. El país aspira a anticipar amenazas, consolidar una base industrial y tecnológica sólida y garantizar su seguridad y la de sus socios europeos. Este compromiso se materializa en el ambicioso Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa, que prevé una inversión récord de 10.471 millones de euros en 2025, permitiendo alcanzar el 2% del PIB en gasto en defensa, tal y como exigen la Unión Europea y la OTAN.

Los recursos movilizados a través de este plan se orientan a la modernización del equipamiento de las Fuerzas Armadas, el impulso de tecnologías avanzadas en ciberseguridad, inteligencia artificial y sistemas de comunicación, así como al refuerzo de la capacidad de respuesta ante emergencias y desastres naturales. Este esfuerzo inversor, que supone una inyección de 10.471 millones de euros en 2025, tendrá un impacto directo y transversal en la economía española: se estima la creación de más de 96.000 empleos directos e indirectos y un incremento del PIB nacional de entre el 0,4% y el 0,7% a corto plazo. Estas cifras, recogidas en el propio plan y avaladas por el Gobierno, reflejan el efecto inmediato de esta inversión en la industria de defensa, así como los beneficios que se producirán sobre la Innovación, la reindustrialización y el empleo en sectores estratégicos vinculados a ella.

En un momento en el que Europa redefine sus prioridades estratégicas y acelera la inversión en capacidades propias de defensa, España está dando pasos firmes para fortalecer su industria y reducir su dependencia exterior. El esfuerzo no es menor: según los últimos datos de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (TEDAE), el sector de defensa representa ya cerca del 1% del PIB nacional, con un crecimiento sostenido de la inversión pública y privada durante los últimos años.

En este contexto de impulso al desarrollo tecnológico y refuerzo de la autonomía estratégica, se enmarcan diferentes convocatorias abiertas actualmente en nuestro país. Por un lado, CDTI recientemente ha presentado un plan de inversiones dedicado a este sector por valor de 500 millones de euros, donde se encontrarán ayudas como Misiones Ciencia e Innovación 2025 -80 millones-, Cervera Centros -entre 50 y 60 millones-, Neotec Duales –entre 10 y 20 millones-. Además de otros instrumentos como Compra Pública Innovadora -50 millones- o Capital Innvierte con un fondo de 328 millones.

Adicionalmente, el histórico programa COINCIDENTE gestionado por Ministerio de Defensa (MINSDEF) -activo desde hace cuatro décadas-, continúa desempeñando un papel estratégico en la transferencia de tecnologías civiles hacia aplicaciones militares, favoreciendo la maduración tecnológica de empresas emergentes y la diversificación de grandes grupos industriales.

Estos instrumentos reflejan una tendencia cada vez más evidente: la defensa ya no es solo un asunto de compra de capacidades, sino de desarrollo tecnológico propio, de construcción de soberanía industrial y de generación de empleo cualificado. La colaboración público-privada, el acceso eficaz a los fondos nacionales y europeos, y una adecuada planificación estratégica serán factores diferenciales para que España consolide su posición en un sector cada vez más competitivo y geopolíticamente relevante.

Sin embargo, la mera existencia de estos instrumentos de financiación no garantiza por sí sola el éxito de los objetivos perseguidos. El reto ahora es doble: por un lado, la capacidad del sector privado para estructurar proyectos competitivos, que integren la complejidad técnica, los requisitos operativos y la colaboración consorciada que demandan estas convocatorias. Por otro, la necesidad de que las administraciones aseguren una gobernanza ágil, estable y previsible de estos programas, evitando los cuellos de botella administrativos que lastran el aprovechamiento pleno de los fondos disponibles.

La necesidad de que este flujo de financiación continúe más allá de 2025 es tan evidente como urgente. Igualmente importante es asegurar que estos fondos no reduzcan los presupuestos ya asignados a otras industrias o sectores, comprometiendo planes previamente aprobados. La construcción de verdaderas capacidades industriales en cualquier ámbito exige estabilidad presupuestaria y visiones de largo plazo: difícilmente se puede hablar de autonomía estratégica sin un compromiso sostenido que permita madurar tecnologías, consolidar cadenas de suministro nacionales y crear un tejido empresarial competitivo a nivel europeo.

Desde luego, España se encuentra ante una coyuntura histórica en la que confluyen presión geopolítica, una apuesta inversora sin precedentes y una revolución tecnológica que redefine el sector. El año 2025 representa una oportunidad única para impulsar la innovación en defensa y seguridad, no solo como garantía de protección y soberanía, sino como motor de liderazgo industrial y tecnológico en Europa. Los fondos están disponibles, las convocatorias abiertas y los retos claramente definidos. Liderar el cambio, anticipándonos al futuro para fortalecer nuestra autonomía estratégica y proteger nuestro modelo de sociedad, se ha convertido en un objetivo prioritario en el escenario nacional y mundial. España dispone del talento, la industria y el marco financiero necesarios para convertirse en referente en este proceso; no dejemos pasar esta oportunidad.

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