
Es una de las salidas a bolsa más esperadas de los últimos años. Figma, la empresa estadounidense de software de diseño (competencia, entre otras, de Canva o Adobe) ya tiene todo listo para arrancar su historia en los mercados de capitales y lo hará con el ticker FIG como referencia principal para los inversores. La Oferta Pública de Venta (OPV) en la Bolsa de Valores de Nueva York (NYSE) busca una valoración de cerca de 14.000 millones de dólares, con planes de recaudar 1.000 millones mediante la venta de cerca de 37 millones de títulos a un precio estimado de entre 25 y 28 dólares.
Según el folleto remitido a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés), Figma ha conseguido ser una empresa solvente en muy poco tiempo. Reportando ingresos a cierre del pasado año por valor de 749 millones de dólares, estas métricas representaron un crecimiento del 48% respecto a las de un año antes. Una tendencia que, durante los primeros compases de 2025, se mantuvo con un repunte de los ingresos del 46% interanual hasta los 228,2 millones de dólares.
Los márgenes operativos son del 91%, aunque por la contabilización de gastos extraordinarios correspondientes a la compensación en acciones para empleados, éstos se vieron deteriorados en el último año. Las pérdidas contables ascendieron a los 732 millones. Acorde a su estructura financiera, Figma cuenta con una deuda cero.
¿De dónde le vienen a la empresa estas métricas? Principalmente de sus clientes corporativos. Compañías como Netflix, Duolingo, ServiceNow o Stripe son solo algunos de los nombres propios con los que trabaja la norteamericana que, a su vez, ha alcanzado recientemente una penetración en el mercado empresarial de EEUU de más del 95% entre las empresas Fortune 500 y el 78% de las compañías Forbes Global 2000, según sus declaraciones. La plataforma cuenta con 13 millones de usuarios activos mensuales y un millar de clientes que generan más de 100.000 dólares anuales en ingresos, representando un crecimiento del 47% interanual en este segmento.
Un dato particularmente interesante es que dos tercios de los usuarios de Figma no son diseñadores profesionales, lo que demuestra la expansión de la plataforma va más allá de su mercado original hacia desarrolladores o gerentes de producto, entre otros perfiles profesionales.
En todo caso, para Figma la salida a bolsa podría ser el primer paso de una historia mucho más larga. De momento, en la presentación ante la SEC advierte que "no hay garantía" de que pueda mantener su ventaja competitiva en un mercado que evoluciona rápidamente con la integración de nuevas tecnologías de inteligencia artificial.
En ese mismo texto, la compañía señala que podría tomar "grandes decisiones" en materia de fusiones y adquisiciones y el cofundador y director ejecutivo, Dylan Field, ha llegado a admitir en las últimas semanas que la empresa está preparada para "tomar decisiones que pueden no parecer inmediatamente racionales".
La historia clásica de Silicon Valley
Los orígenes de Figma se remontan a 2012 cuando Dylan Field y Evan Wallace, dos estudiantes de la Universidad de Brown, decidieron crear una herramienta de diseño basada en la web. Field dejó la universidad tras recibir una beca y ambos se mudaron a San Francisco para desarrollar su plataforma a tiempo completo.
El concepto revolucionario de Figma se basó en WebGL, una nueva tecnología que permitía usar el poder computacional de un navegador, habilitando herramientas de diseño profesionales directamente en el navegador web. Tras cuatro años de desarrollo, Figma nació oficialmente en 2016.
La compra fallida de Adobe
Tal fue el interés que generó Figma que Adobe, la todopoderosa tecnológica estadounidense, intentó adquirirla en 2022 por unos 22.000 millones de dólares. Sin embargo, el acuerdo fue bloqueado por los reguladores europeos y británicos en diciembre de 2023 al entender que constituía una "adquisición asesina" destinada a eliminar la competencia en el mercado de software de diseño.
De hecho, los responsables de competencia de este lado del charco expresaron su preocupación porque la compra condujera a un incremento de precios en los productos de diseño, una menor calidad de éstos o menos opciones para los clientes. Por no llegar a cerrar la compra, Adobe tuvo que pagar 1.000 millones de euros a Figma por los daños ocasionados.