
A finales del pasado año, más o menos por estas fechas o quizás unas semanas más adelante de noviembre, el mercado descontaba que la Reserva Federal bajaría tipos este año hasta en siete ocasiones. El principal activo de inversión del mundo vivió una bacanal alcista que le llevó del 5% al 3,75%.
A medida que se ha ido diluyendo tan tremenda vorágine a favor de la renta fija, concretada hasta el momento en solo dos bajadas del precio del dinero en los EEUU, ampliable a una tercera en la reunión de diciembre; la realidad es que el bono estadounidense se ha ido a niveles de casi el 4,5%. No se trata de ninguna broma si pensamos que el principal activo de inversión del mundo, el que la gente confunde como seguro porque es renta fija, va camino de cerrar el año con una pérdida del 5%.
Hace unas semanas mostraba mi perplejidad porque el director de deuda de la gestora T. Rowe Price apuntase a que los bonos del Tesoro estadounidenses a 10 años podrían alcanzar un nivel clave del 5% en los próximos seis meses debido a las crecientes expectativas de inflación y las preocupaciones sobre el gasto fiscal estadounidense. Una foto fuera del consenso, pero que demuestra ese principio picassiano, palabra ahora que hemos aprendido que fue García Lorca quien la acuñó, que todo lo que se puede imaginar es real.
Estamos imaginando que Trump es un bárbaro esquizofrénico y psicótico, para nada con el estilo estratégico y táctico del vikingo Ragnar Lodbrok, que con sus aranceles y sus expulsiones de emigrantes va a disparar hasta niveles alocados la inflación en los EEUU y acabe cargándose el pleno empleo. Pero al igual que la renta fija ha querido imaginar la indisciplina fiscal absoluta, el descontrol presupuestario y repunte inflacionista como con el Covid; la bolsa ha querido imaginar otra legislatura aceptable del ególatra y abusivo Trump. Pese a vivir la pandemia, el saldo que arrojó Wall Street en su mandato fue de casi un 70%. Mejor que el de sus precedentes republicanos: George Bush padre saldó su mandato con un 50% y el hijo con pérdidas abultadas, pero recordemos que se zampó Lehman. Trump, por supuesto, se queda muy lejos del idolatrado liberal Ronald Reagan (120%). Pero no olvidemos que son los expresidentes demócratas Bill Clinton –el único que deja superávits en las últimas décadas– y Barack Obama los que aportan el mejor balance, 207% y 168%. Por supuesto, Biden es tan triste que su balance es algo peor que el de Trump.
La bolsa ha imaginado que el crecimiento está asegurado. Y si se cumple, desde luego no estamos hablando de precios de exuberancia. Aunque lo mejor sea, como ha hecho el presidente de la Fed, Jerome Powell, afirmar que "no prevemos nada, no especulamos, ni llegamos a conclusiones".