
Hay un aforismo clásico del mundo de la inversión que dice que si me muestras el incentivo, te enseñaré el resultado. La frase, que se utiliza para justificar el motivo por el que se cobran comisiones de gestión, la relaciono con el endémico papel de la bolsa española de ser el mercado europeo que se compra más barato. El Ibex es indiscutiblemente el índice en el que se paga menos por el beneficio de sus compañías en Europa, y seguirá siéndolo porque no hay incentivos para que esta situación cambie.
La estructura excesivamente bancarizada del Ibex 35, con seis bancos que representan el 30% del índice, condiciona que su PER (número de años con el que se recupera el precio de una inversión por la vía del beneficio) sea de 10,26 veces en 2024 y 10,04 en 2025 frente a las 12,49 y 11,6 veces del Stoxx 600.
Por los bancos españoles los inversores internacionales no están dispuestos a pagar un multiplicador de beneficios muy superior a 6 veces pese a sus ganancias históricas. Es un sector descatalogado del adjetivo crecimiento como le ocurre a la automoción, aunque vaya a establecer nuevos récords históricos de beneficios, y pese a que será capaz de mejorar su payout para retribuir mejor a sus accionistas, aunque en algún momento lleguen bajadas de tipos.
La escasa valoración de la banca es la que ha alejado definitivamente la salida a bolsa de Ibercaja, que consideró casi un insulto los 1.100 millones de capitalización que los institucionales estaban dispuestos a pagar por ella en enero de 2021. Ahora en la entidad aragonesa ni se paran a mirar los 2.000 que pagarían los inversores. ¡El reloj de la abuela no se vende! Sobre todo después de que el carácter de obligatoriedad que tenía la OPV de Ibercaja haya pasado a ser de voluntariedad, ya que la Fundación (propietaria del 88% del capital) ha dotado las reservas que se le exigían. Otra cosa sería que los inversores estén dispuestos a pagar 12 veces beneficios y pusiesen 4.000 millones en la mesa.
Está claro que el multiplicador de beneficios es el que condiciona una colocación en mercado, como ocurre con el mayor desembarco preparado para el mercado español, el de la firma catalana Puig, propietaria de marcas como Carolina Herrera, Paco Rabanne, Jean-Paul Gaultier, Nina Ricci... Es la gran OPV esperada en el mercado español, tremendamente peleada desde la Plaza de la Lealtad, porque los bancos asesores -Goldman Sachs y JP Morgan- recomendaban la opción de una salida estadounidense, por la sensible mejora del multiplicador de la compañía, o en París. Este es el epicentro de la operación. La valoración de Puig se iría por la parte baja a los 8.000 millones si los comparables son LVMH y Kering. Puig prefiere que se la compare con el premium beauty como Estée Lauder o L'Oréal, donde se pagan múltiplos más altos. Y en la ecuación cuenta el castigo en el múltiplo que pone Madrid.