La victoria esta pasada noche del candidato Javier Milei en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina frente al candidato peronista Sergio Massa ha hecho resonar con fuerza la que posiblemente fue su promesa más ruidosa: acabar con el peso argentino (nacido en 1992 en sustitución del austral) y abrazar el dólar estadounidense como divisa para acabar con una inflación que ya supera el 140% interanual en el país. En la misma celebración de su victoria, Milei insistió en su voluntad de aplicar sus planes económicos.
Los mercados financieros aguardan este lunes las primeras señales que dé el presidente electo sobre el programa económico que piensa implementar a partir del próximo 10 de diciembre, cuando asuma el cargo, y cómo se comportará el tipo de cambio durante el período de transición. Una de esas señales sería el nombre de la persona que elija para el ministerio de Economía. Sin embargo, dado que este lunes los mercados locales permanecerán cerrados por ser día festivo en Argentina, el foco se centra en la repetida opinión de los analistas sobre la viabilidad de la medida.
El grueso de expertos ha insistido en que renunciar a la propia moneda y abrazar el dólar no sale 'gratis' y acarrea ciertos costes. Uno de ellos, por ejemplo, es que la política monetaria estará supeditada a la que determine la Reserva Federal de EEUU, no teniendo el banco central argentino ese margen de maniobra. Asimismo, el repaso a otros casos cercanos como Ecuador ofrece una perspectiva mixta, con ventajas y desventajas. Sin embargo, hay economistas que admiten cierta viabilidad en la decisión, más allá de los efectos que tenga en el futuro.
"Argentina ha elegido -por decirlo con cautela- a un presidente poco convencional. Además de sus otras ideas inusuales y sus modales poco convencionales, la completa dolarización (incluida la abolición del banco central) de Argentina fue una de sus ideas políticas centrales durante la campaña electoral. Es más que comprensible que el electorado argentino esté harto de su propia moneda ante una renovada ola de inflación. Y de hecho, algunos de los obstáculos que suelen impedir una dolarización se omitirían en el caso de Argentina", explica en un análisis de este lunes Ulrich Leuchtmann, estratega de divisas de Commerzbank.
Para el analista alemán, es probable que en Argentina la dolarización sea más fácil que en otros países: "Teniendo en cuenta una masa monetaria del banco central de 7,7 billones de pesos y unas reservas de 21.500 millones de dólares estadounidenses, el banco central podría atender los créditos a un tipo de cambio dólar/peso de aproximadamente 360, no muy lejos de los tipos de cambio actuales".
Esto significa, explica, que "el primer balance en dólares de los bancos comerciales no sufriría mucho y que las tenencias de efectivo de empresas y hogares no registrarían grandes pérdidas de valor". En otras palabras, sintetiza Leuchtmann: "La dolarización estaría muy cerca de una conversión monetaria y no implicaría una reforma monetaria (en la que, por el contrario, se amortizan grandes partes de los activos financieros de empresas y hogares). Por lo tanto, la dolarización de Argentina sería menos perturbadora de lo que se suele describir en los libros de texto. Esto significa que probablemente pueda evitarse una ronda final de inflación (que puede asociarse a la dolarización)".
"El sector bancario perderá su prestamista de última instancia y, por tanto, puede considerarse más arriesgado, lo que significa que la financiación podría encarecerse. Por otro lado: en vista de la triste historia del peso, cabe esperar que los bancos argentinos ya hayan dolarizado gran parte de su balance. Tras la dolarización, no se necesitarían posiciones de riesgo en el balance en el notoriamente inestable peso. Al final, el riesgo del sistema bancario podría incluso disminuir y las oportunidades de financiación podrían mejorar", agrega el experto. "En el caso excepcional de Argentina, la dolarización podría funcionar. En el sentido de que no provoque más efectos perturbadores que la continuación del statu quo inflacionista", concluye.
No obstante, admite Leuchtmann, "sigue siendo triste que los argentinos lleguen a la conclusión de que son incapaces de crear un entorno institucional que facilite una política monetaria sensata y se sometan a un banco central extranjero". "Si la Fed realmente implementa una política monetaria más activa en un futuro próximo (porque el entorno de tipos de interés cero de la década de 2010 ha terminado de una vez por todas), Argentina se enfrentará a algunas fluctuaciones de la política monetaria que probablemente no se ajustarán a la situación económica nacional", avisa el economista, que considera que abandonar la moneda propia (al menos para una economía del tamaño de Argentina) "solo puede ser la segunda mejor solución".
Un plan de estabilización macroeconómica a través de los tipos de cambio no es un concepto novedoso en Argentina, ya que la nación se había aventurado anteriormente en este territorio a principios de la década de 1990, explica en una nota para clientes Luis López-Vivas, analista para Latinoamérica de AXA IM. Durante ese periodo, Argentina introdujo una caja de conversión, similar a la dolarización total. El peso estaba vinculado al dólar a un tipo de cambio de uno a uno.
"Al principio, se consideró una fuerza estabilizadora que frenaba la inflación. Sin embargo, a finales de los años noventa, la economía había caído en una trampa monetaria, de crecimiento y de deuda, exacerbada por los shocks externos. El peso estaba sobrevalorado, el crecimiento era débil y el servicio de la deuda externa cada vez más difícil. El sistema de convertibilidad acabó por desmoronarse en 2001, provocando una grave crisis económica y un traumático impago de la deuda del país", explica López-Vivas.
Sin embargo, matiza el analista, aunque existen similitudes entre la dolarización plena y una caja de conversión, hay algunas diferencias clave: "La dolarización total va un paso más allá, convirtiendo el dólar estadounidense en la moneda oficial de curso legal para todas las transacciones. Una distinción crucial es que la dolarización es permanente. Revertir esta estrategia es mucho más difícil que abandonar una caja de conversión, como hizo Argentina en 2001. Los partidarios de la dolarización consideran esta permanencia como su principal ventaja, ya que aumenta la credibilidad y la estabilidad precisamente porque no puede deshacerse".
No es una 'bala de plata'
El estratega sí ve como un beneficio inmediato el que el país importe la credibilidad de la Reserva Federal al renunciar a la política monetaria y cambiaria. Al hacerlo, también elimina el riesgo de devaluación de la moneda, un factor que contribuye significativamente a la inflación. La idea es que la eliminación de este riesgo de devaluación también reduce la prima de riesgo de los préstamos extranjeros, lo que se traduce en tipos de interés más bajos para el gobierno y los inversores privados. Esto, a su vez, puede fomentar una mayor inversión e impulsar el crecimiento económico. "En el caso de un país como Argentina, la dolarización también puede actuar como una camisa de fuerza fiscal, impidiendo que el banco central imprima dinero para financiar el gasto público, una monetización de la deuda que ha sido el principal motor de la inflación en el país", añade.
Sin embargo, subraya López-Vivas, es importante reconocer que la dolarización está lejos de ser una 'bala de plata': "No elimina por completo el riesgo soberano, es decir, el riesgo de que un gobierno deje de pagar su deuda. También hay otras contrapartidas. Al adoptar el dólar como moneda de curso legal, un país renuncia a los ingresos por señoreaje (el beneficio que obtiene entre el valor nominal de su moneda y el coste de emisión de monedas y billetes), una fuente de ingresos a la que no se renuncia en una caja de conversión. El banco central pierde su capacidad de actuar como prestamista de última instancia del sistema bancario. Los instrumentos de política monetaria dejan de estar disponibles para gestionar el ciclo económico - as perturbaciones económicas requieren ajustes económicos reales- y la economía pasa a estar potencialmente regida por la evolución en EEUU, en lugar de en el propio país. En consecuencia, un país totalmente dolarizado se vuelve más vulnerable a las crisis reales y financieras".
El economista cita a Ecuador como uno de los ejemplos más destacados de dolarización: "Tiene el honor de ser el mayor país que abandona su propia moneda y adopta unilateralmente el dólar estadounidense. La decisión se tomó en 2000, durante un periodo de profunda agitación económica y política. Aunque la dolarización ha controlado eficazmente la inflación, Ecuador ha incumplido dos veces el pago de su deuda, a pesar de cosechar los beneficios de un largo boom petrolero. Además, la economía ha experimentado un estancamiento en términos reales per cápita durante la última década". No obstante, reconoce, el debate sobre la reversión de la dolarización es prácticamente inexistente.
Uno de los argumentos más atractivos a favor de una política de dolarización es que impone disciplina fiscal, plantea también Felipe Camargo, analista de Oxford Economics. Pero no siempre es así, indica: "Los países que adoptaron el dólar no siempre han reducido sus costes de endeudamiento, y otros han encontrado alternativas a la dolarización en la fijación temporal del tipo de cambio. A pesar de las muchas alternativas que existen, sólo se ha conseguido atajar con éxito la inflación aprendiendo a vivir con déficits fiscales más sostenibles".