
Si alguien se imagina la oficina de una gestora llena de pantallas de Bloomberg y otras terminales de datos, se quedaría perplejo al entrar en Magallanes Value Investors, porque se aleja demasiado del estereotipo de una firma de inversión. De hecho, es un lugar que puede parecer hasta demasiado austero y pequeño, aunque acogedor. Quizá sean estas las cualidades que mejor definen a la firma fundada por Iván Martín y Blanca Hernández, que cumplirá en 2024 su décimo aniversario con la sensación de haber sido pioneros en lo que otras gestoras terminarían aplicando más tarde: fue la primera en cerrar un fondo, el Microcaps Europa, al alcanzar su capacidad máxima; también fueron los primeros en proporcionar el alta digital y en no aplicar un mínimo de inversión ni cobrar comisión de reembolso, para facilitar la relación con el partícipe, o mejor dicho, el cliente.
Al fin y al cabo, en Magallanes impera la visión empresarial heredada de Blanca Hernández de su familia, los dueños de Ebro Foods, en la que ya es la tercera generación. Y esto significa que los clientes, los inversores, se sitúan en el centro del negocio de la firma, que ya maneja 2.600 millones de euros en activos bajo gestión, repartidos en tres fondos, uno de bolsa española, otro de renta variable europea y el mencionado de microempresas, aparte de las versiones en Luxemburgo de los dos primeros, un fondo de impacto y un plan de pensiones.
Aunque la gestora nació poco después de que Francisco García Paramés rompiera abruptamente con Bestinver, lo que provocó que numerosos inversores minoristas buscaran refugio en Magallanes, su origen se remonta cuatro años atrás, cuando Martín ya tenía en la cabeza la idea de crear una firma independiente, al tiempo que Hernández llevaba también un tiempo dándole vueltas a hacer lo mismo para dar un paso más que gestionar el patrimonio familiar. Es conocido que fue Paramés la primera opción en que pensó como director de inversiones pero éste declinó la oferta y le recomendó a Iván porque veía reflejado en él su mismo entusiasmo. La relación entre ambos se fue fraguando lentamente hasta que finalmente germinó el proyecto, que nació con 130 millones de euros, gracias al apoyo de varios family offices. De hecho, la propia Hernández no quería que el patrimonio familiar representara el mayor porcentaje para evitar distorsiones. Ese respaldo tampoco fue fruto de la casualidad, ya que Blanca se había dedicado durante años a juntar a familias empresarias con gestores de fondos que buscaba por medio mundo, siguiendo su pasión por el value investing.
Y a la hora de crear la gestora, la búsqueda de inversores internacionales que decidieran colocar parte de su patrimonio también fue uno de los objetivos de los fundadores, entre los que figura Mónica Delclaux como directora financiera, para diversificar los flujos de capital. Ese afán por dar a conocer a gestores lleva a Hernández a organizar encuentros en la sede de Magallanes de otras firmas españolas más pequeñas con posibles inversores para que puedan presentar su proyecto y recibir un eventual apoyo.
Hasta tal punto está interiorizado en Magallanes el partícipe como centro de su actividad que no les importa hablar de los valores que tienen en cartera e incluso renunciar al mandato de algún fondo soberano muy conocido para no dañar la capacidad de gestión de la gestora. Quieren rehuir de lo que en la firma consideran soberbia intelectual o ego, que lleva a muchos gestores a considerar que los partícipes solo tienen derecho a confiar ciegamente en sus tesis de inversión, aunque valoran la frialdad que necesita un gestor para mostrarse contrario a lo que el mercado en un momento determina como correcto. Una situación que puede durar años, como en el último ciclo, y que significa una presión que pocas personas pueden asumir. Pero también consideran que su principal misión es gestionar el dinero de terceros, razón por la que si un inversor no está preparado para aguantar los períodos de caídas del mercado, le recomienden que deshaga su posición en los fondos. Algo que en la firma han experimentado de forma inversa, con entradas netas de dinero en malos momentos, lo que ha creado una manera de pensar magallánica.
De esta forma, prefieren identificarse más como independientes que como value, una etiqueta que consideran poco sostenible si no hay un proyecto viable detrás. Y esa independencia se refleja, por ejemplo, en el momento en que incorporaron a un analista a la firma, en abril de 2020, tras las fuertes caídas en bolsa provocadas por el Covidcrash. El reconocimiento de Morningstar de este año como mejor gestora global sigue al del año pasado como mejor fondo de bolsa española. Y su fondo de bolsa europea ha quedado finalista.