El jueves por la tarde fue una ducha de agua fría para acabar con la complacencia que hemos vivido en los mercados este fin de año, tanto de bolsa como de renta fija. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, aseguró que ni una recesión reducirá la inflación en Europa y, para mí lo peor, verbalizó que tiene la seguridad de que en 2023 no habrá forma de embridar los precios.
Que el descontrol de la inflación va a obligar a subir los tipos con mayor intensidad de lo que pensábamos se escenifica en modo tragedia cuando la previsión de inflación del BCE pasa del 5,5% al 6,3% en 2022; del 2,3% al 3,4%, en 2024; y la de largo plazo -que es la que impone el mandato de la autoridad monetaria- se clava en el 2,3%, tres décimas por encima del límite. Al desastre de precios se une que el mensaje de la Fed, el alumno aventajado en control de precios, también es desmotivador. Jerome Powel ha elevado la inflación desde septiembre hasta la fecha actual del 2,8% al 3,1% para el año próximo y del 2,3% al 2,5% en 2024. Me pregunto cuál es el motivo del volantazo tan severo para tener la convicción de que la inflación está más incontrolada de lo que pensábamos. Lagarde ya era consciente de que tenemos un conflicto que en tiempo dilatará un IPC alto con subidas de tipos más elevadas de las esperadas. Es perfectamente consciente de que el alineamiento de la política fiscal y monetaria no es claro porque tenemos unos bancos centrales que quieren luchar contra la inflación subiendo tipos de forma agresiva y tenemos unos gobiernos que, correctamente tratando de proteger a la población más vulnerable, repriorizan el gasto. ¿Por qué la preocupación entonces tan avivada por el incendio de la inflación? Y la respuesta en mi opinión es China. La famosa admonición de Wilde, ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir, pesa como una losa sobre nuestras cabezas. Llevamos meses deseando que la economía china haga la cuadratura del circulo: se vuelva a abrir cuando es evidente que no ha sido capaz de controlar la pandemia por la ineficacia de su vacuna. La cuadratura está en que haga lo que haga, la conflictividad social será difícil de controlar. Bien porque haya protestas por las restricciones, bien porque haya millones de muertos por Covid.
Para la economía hemos confiado en que China sea la tabla de salvación que impida la recesión mundial una vez que Europa y EEUU, a nada que se tuerza la cosa, borraran sus escasas décimas de crecimiento. China es el motor, pero el peligro es que carbure demasiado. El precio del gas de referencia en Europa, el TTF holandés, que ha llegado a bajar en octubre y noviembre el nivel de 100, se ha estabilizado en torno a 130 cuando en agosto llegó a 340. Si la industria china recupera su normalidad, también lo hará su consumo de gas y Europa está lejos de solucionar su suministro sin el ruso. Tengamos cuidado con lo que deseamos...