
Vuelve a imponerse la cautela en el mercado de deuda norteamericana, como refleja el rendimiento del bono a diez años, que ronda ya la cota del 4% de rentabilidad –a la que se acercó hace doce años y que no supera desde 2008–, después de que este martes alcanzara un nuevo máximo en el año al tocar el 3,98% a media sesión. Este incremento provocó que Wall Street, que comenzó la sesión al alza, se diera la vuelta y el S&P 500 volviera a cotizar en mínimos del año.
Este movimiento indica que los inversores se muestran temerosos ante cualquier atisbo de incertidumbre en un momento en que la Reserva Federal está acometiendo la mayor subida de tipos de interés de la historia para luchar contra una inflación que se ya sitúa en el 8,3%.
Y actualmente un comentario considerado negativo influye decisivamente sobre el ánimo de los inversores. De esta manera, aunque ciertos datos como la confianza del consumidor norteamericano, que ha aumentado por segundo mes consecutivo, dan cierto pábulo al optimismo sobre una economía algo más resiliente, las palabras del presidente de la Fed de San Luis, James Bullard, considerado del ala más agresiva, en las que señala que la inflación es un "problema grave" devolvieron las ventas a la deuda norteamericana.
Esta preocupación por el control de la escalada de los precios para enfriar la economía se deja sentir también en el mercado de bonos europeos, donde las principales referencias a diez años han vuelto a tocar máximos, especialmente en el caso del Reino Unido, donde el bono ha escalado ya en el 4,523%, ante las dudas sobre la eficacia del programa de recortes fiscales del gobierno de Liz Truss. Una revalorización que deja pérdidas por precio del 27% en la deuda británica.
El bono italiano a diez años también ha sentido la preocupación ante el nuevo Ejecutivo de la ultraderechista Giorgia Meloni, al anotarse este martes una subida de 20 puntos básicos hasta tocar el 4,765%. Y en España, el rendimiento de su título en este período se ha elevado 14 puntos básicos hasta el 3,43%.
En este punto, los inversores se muestran temerosos ante los efectos secundarios que pueden tener las medidas de los bancos centrales para luchar contra la inflación y su efecto contagio en los mercados. "¿Para qué comprar acciones hoy si los resultados de las empresas podrían quedar lastrados por el crecimiento del PIB? ¿Para qué prestar dinero a los estados hoy si las cifras de deuda pública siguen aumentando y los tipos que se ofrezcan mañana resultan ser más atractivos? ¿Para qué comprar bonos corporativos hoy si la solvencia va a degradarse por la ralentización del crecimiento?", se pregunta Olivier de Berranger, director de inversiones y de gestión de activos de La Financière de l'Echiquier.