
El presidente de Azerbaiyán, aliado de Putin, se crece en la escena internacional gracias a sus reservas energéticas, mientras persigue a sus opositores en casa.
Si has heredado el poder de tu padre y te has convertido en el dictador de tu país, tampoco te importará mucho colocar a tu mujer como segunda de a bordo en el gobierno. Así, todo queda en casa. Eso es lo que debió de pensar Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán desde 2003, cuando nombró a su mujer Mehriban Aliyeva primera vicepresidenta hace cinco años.
Aliyev, aliado de Vladimir Putin, es el último dictador al que Europa ha tenido que recurrir para aprovisionarse el gas que tanto necesita, si quiere dejar de engrosar las arcas rusas. La Comisión Europea firmó en julio un memorando de entendimiento con Azerbaiyán para duplicar las importaciones de gas natural azerí hasta un mínimo de 20.000 millones de metros cúbicos al año para 2027, a través del Corredor Sur del Gas.
De hecho, según la Comisión, el país centroasiático ya estaría aumentando las exportaciones de gas natural a la Unión: si el año pasado llegaron 8.100 millones de metros cúbicos, en el presente ejercicio se esperan 12.000 millones.
Azerbaiyán, que limita con Georgia, Turquía, Armenia, Rusia, Irán y el Mar Caspio, empezó a exportar gas natural a Europa por el Gasoducto Transadriático en 2020. El país cuenta con unas reservas probadas de gas natural de 1,3 billones de metros cúbicos, según cálculos de BP, siendo el yacimiento de Shah Deniz, al sur de Bakú, uno de los mayores del mundo. "Aunque Azerbaiyán no tiene una cifra tan grande de gas a nivel mundial como de petróleo, se espera que la extracción de gas siga contribuyendo significativamente a la economía en las próximas décadas", indican en la web de la Agencia Internacional de la Energía (IEA).
La perla del Cáucaso, como se conoce poéticamente al país, ocuparía aproximadamente el puesto número 25 entre los países que tienen mayores reservas probadas de gas. Una lista que encabezan Irán, Rusia, Catar, Turkmenistán, EEUU y Arabia Saudí, según datos publicados por BP en 2017.
En busca de alternativas energéticas, la Comisión Europea ha intensificado su acercamiento a Azerbaiyán. Sin embargo, son muchos quienes cuestionan esta elección. Es cierto que la Rusia de Putin no es un ejemplo de respeto por los derechos fundamentales, pero la dictadura de Aliyev tampoco lo es.
Represión en el Cáucaso
La República Democrática de Azerbaiyán duró apenas dos años (1918-1920) y quedó encajada entre la caída del Imperio de los Zares y la creación de la URSS. Tras la disolución del bloque comunista, Heydar Aliyev y su hijo Ilham instauraron un régimen postsoviético que ha dominado de forma despiadada el país asiático.
La toma de poder del actual mandatario en 2003 fue "la consagración de la primera dinastía familiar en una república de la antigua URSS, abriendo quizá el camino para que retoños presidenciales como Gulnora Karímova o Dariga Nazarbáyeva tomen el relevo de sus respectivos padres, Islam Karímov y Nursultán Nazarbáyev, en las también autocráticas Uzbekistán y Kazajstán", destacaba el centro de investigación CIDOB en 2021.
El reciente acercamiento europeo a Azerbaiyán no ha gustado a todo el mundo. Más de 50 representantes de la política francesa firmaron una carta apartidista que publicó Le Monde en julio, donde argumentaron que un acuerdo con Bakú debilitaría Europa al sustituir la dependencia de Rusia por la azerí y reforzaría la dictadura de Aliyev.
"El Gobierno de Azerbaiyán sigue ejerciendo una feroz represión contra los críticos y las voces disidentes. El espacio para el activismo independiente, el periodismo crítico y la actividad política de la oposición ha quedado prácticamente extinguido", alertan desde Human Rights Watch.
Desde Aministía Internacional ponían nombres a los abusos el año pasado, al citar las repetidas detenciones y agresiones al político de la oposición Tofig Yagublu, y también al dar a conocer el encarcelamiento del activista político Saleh Rustamli. Esto "envía un mensaje escalofriante de que aquellos que se atrevan a protestar se enfrentarán a la detención, y pueden sufrir palizas", escribió Natalia Nozadze, investigadora de Amnistía Internacional en la región del Cáucaso Sur.
Ya en 2015, la Open Society Foundation de George Soros mostró su preocupación por la detención de activistas de derechos humanos, abogados y periodistas, como Leila Yunus o Rasul Jafarov, y también denunciaron que las autoridades habían congelado la financiación de la sede de la fundación en Bakú. La persecución a los críticos sigue incluso en el exilio, en concreto en Francia, donde reside el bloguero azerí Mahammad Mirzali, a quien han intentado asesinar en varias ocasiones -la última, este año-.
El 22 de febrero, dos días antes de la invasión de Ucrania, Aliyev se reunió con Putin en Moscú. Allí, firmaron un acuerdo que dio al líder azerbaiyano las cosas más deseaba, apuntan en The Jamestown Foundation, con sede en Washington: el respaldo formal de Rusia a la posición de Bakú sobre el Karabaj (conflicto con Armenia) y el reconocimiento de Azerbaiyán como el socio principal y más fiable de Rusia en el Cáucaso Meridional.