Bolsa, mercados y cotizaciones

Hazlo tú mismo: retribúyete un 0,35% y 9% de éxito

Foto: Pixabay.
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Una de las cosas que más me cuesta entender es el motivo por el que preocuparse por las finanzas personales resulta una tarea tediosa para un porcentaje altísimo de la población. Nueve de cada diez españoles son capaces de destinar dos horas diarias a redes sociales -la friolera de 30 días enteros al año-, y la mayor parte es incapaz de preocupase ni un solo día por su dinero.

La indolencia hacia el ahorro está construida por ese chip que nos deben meter en las salas de los paritorios que nos recuerda permanentemente que nuestro capital tiene que estar invertido en ladrillo. De no ser así no le encuentro justificación a que cuatro de cada cinco euros de los que ahorran los españoles se inviertan en inmuebles. Entiendo el valor que le damos a la propiedad, pero no que despreciemos la diversificación y la liquidez. Error que convierte a mucha gente con patrimonio en esclavos de sus propiedades.

En el paso intermedio entre los cimentados en ladrillo y los inversores están quienes se preocupan por su dinero, buscan asesoramiento, y construyen su ahorro a través de fondos de inversión con un horizonte de largo plazo. Fiscalmente, es la panacea para quien se preocupa pero no se ocupa. Mientras no se venda no se tributa porque los cambios de estrategia no pasan por Hacienda a diferencia de quien vende acciones para comprar otras nuevas.

El problema es que el coste de preocuparse y no ocuparse es elevado. De media los fondos de inversión de bolsa tienen una comisión anual del 1,7% sin costes operativos. Un dilema que obliga a reflexionar si no es mucho mejor dedicarle más tiempo y conocimiento a nuestra planificación para ahorrarnos el alto coste de tener todo el patrimonio en inversión colectiva.

Por fortuna, hay unos cientos de miles de ahorradores en España que son plenamente conscientes de DIY, que es mucho más habitual en mercados más maduros por el acrónimo do it yourself (hacerlo tú mismo). El DIY, en mi opinión, tiene que tener una cuantificación para que reforcemos el valor de lo que hacemos y, más importante, auditemos nuestra rentabilidad real frente al mercado y frente a nuestros objetivos.

Creo que planificar una cartera equilibrada de valores, en la que se produzca una maduración progresiva por diversificación sectorial; se construya una resilencia frente al mercado con dividendos estables; haya una gestión activa de objetivos de entrada y salida; y se trabaje con un seguimiento de las compañías que permita rectificar que nos hemos metido en una trampa de valor en algún título, tiene que remunerarse.

Hacerlo nosotros mismos vale el 0,35% sobre el capital invertido -más de 100 puntos básicos menos que la TER de los fondos- y el 9% de las ganancia obtenidas (lo que cuesta la gestión de un family office). Me dirán que todo va al mismo saco, pero pone en valor el coste del capital que invertimos como si utilizáramos un crédito lombardo para financiarnos.

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