
Rusia está desandando buena parte del camino recorrido en las últimas 3 décadas. La guerra en Ucrania ha convertido al país en un paria en los mercados financieros, con una batería de sanciones por parte de Occidente que imposibilitan que las empresas rusas puedan seguir haciendo negocios con normalidad.
Y no sólo las sanciones están generando preocupación: las medidas del propio Gobierno ruso también están oscureciendo el futuro de las compañías del país. La última novedad ha sido, este fin de semana, la prohibición que ha firmado Vladimir Putin, que impedirá que las firmas rusas coticen fuera del país.
Hace pocos meses surgió la especulación de que China preparaba la misma medida, y supuso una debacle en los mercados para las grandes firmas tecnológicas, que habían optado por esta fórmula de cotizar en mercados extranjeros en los últimos años. Lo que China no se ha atrevido a hacer, Rusia sí lo ha hecho.
El impacto en el mercado de esta medida todavía es difícil de cuantificar, ya que los ADRs chinos llevan sin cotizar desde el pasado 8 de marzo, cuando se cerró la bolsa rusa. Posteriormente, en la reapertura de las cotizaciones rusas, los ADRs han seguido congelados, en su caso por las sanciones occidentales, que no han permitido que estas acciones vuelvan a moverse en las bolsas europeas, como Londres y Frankfurt, y en las plazas estadounidenses.
Las salidas a bolsa de empresas rusas fuera del país llevan ya tiempo sufriendo las decisiones geopolíticas de Putin y su Gobierno. Desde la invasión de Crimea, el ritmo de estas operaciones se ha frenado enormemente.
Si en 2007 se llegó a alcanzar un nuevo récord en este tipo de operaciones, llegando sólo ese año a los 17.000 millones de dólares en estas salidas a bolsa, desde que Rusia se anexionó Crimea, en el año 2014, las salidas a bolsa han recaudado sólo 6.000 millones de dólares, según los datos que maneja Bloomberg. Algunos bancos de inversión, como JP Morgan, están permitiendo a los propietarios de estos ADRs cambiarlos por acciones.