
El bono estadounidense está sufriendo en sus carnes el impacto del último dato de inflación en Estados Unidos, y ha incrementado su rentabilidad hasta superar el 2% por primera vez desde julio de 2019.
Y es que, el IPC en Estados Unidos ha vuelto a ser mayor de lo que preveían los analistas, alcanzando el 7,5% en enero, el nivel más elevado que se ha visto en el país en los últimos cuarenta años.
La renta fija soberana del gigante estadounidense está adaptándose a la nueva lectura del IPC en Estados Unidos, y a las perspectivas de que la Reserva Federal se haya quedado corta en su análisis de la situación, y se vea obligada a subir los tipos de interés con más agresividad de lo que se preveía.
De hecho, el mercado ha llegado a descontar durante la sesión que la Fed incrementará los tipos de interés, en la próxima reunión de marzo, en 50 puntos básicos, el doble de lo que suele ser habitual y un escenario que no está dentro de las previsiones que manejan, ni los analistas, ni la propia Fed.
¿Reaccionará la Fed?
Eso sí, algunos miembros, como James Bullard, presidente de la Fed de Saint Louis, ya abogan por empezar a plantearse medidas poco habituales, como una subida de tipos de interés entre reuniones, y no tener que esperar a que se produzca el encuentro para poder subir los tipos de interés.
El mercado de futuros incluso ha llegado a descontar seis subidas de tipos completas por parte de la Fed este mismo año, algo que hace pocas semanas era algo impensable para los analistas y los inversores. Ahora, con la inflación repuntando a niveles no vistos en décadas, parece que la Fed se va a ver obligada a tomar medidas más contundentes.
Es importante tener en cuenta que el último repunte del IPC no ha sido sólo por los componentes más volátiles, ya que el IPC subyacente, que no tiene en cuenta los precios de la energía ni de los alimentos más volátiles, ha superado el 6%, por encima de las previsiones y en máximos desde 1982.
"Es probable que la inflación del IPC estadounidense alcance su punto máximo en febrero antes de iniciar un descenso gradual en marzo-abril. Los efectos de base, la estabilización de los precios de la energía y, sobre todo, la disminución de las restricciones de la oferta mundial y de la escasez en el mercado laboral, deberían contribuir a reducir la inflación más rápidamente en el segundo semestre del año", explica Silvia Dall'Angelo, economista senior de Federated Hermes.
"Dicho esto", continúa, "las perspectivas siguen siendo muy inciertas. Cuanto más tiempo permanezca elevada la inflación, mayor será el riesgo de que se arraigue", reconoce.
El impacto en las bolsas
Con el S&P cayendo ayer más de un 1% tras producirse el repunte de las rentabilidades de los bonos, una de las principales cuestiones que se plantean es la competencia que puede hacer a las bolsas, si los inversores finalmente consideran que el bono ya ofrece una rentabilidad lo suficientemente atractiva como para aumentar su exposición a este activo, a costa del peso de la bolsa en su cartera. Hay que tener en cuenta que cuando el dividendo medio del S&P se queda corto frente a la rentabilidad del bono, muchos inversores lo pueden empezar a ver como una alternativa atractiva.
Sin embargo, si se echa la vista atrás, en los últimos años el bono estadounidense no ha contagiado a las bolsas hasta que ha alcanzado niveles del 3%. Eso sí, las caídas en la renta variable estadounidense, representada en el S&P 500, fueron fuertes cuando la rentabilidad del título superó esa cota. Ocurrió en 2018, y cuando el bono superó ese nivel por primera vez la caída para la bolsa fue de más del 10%.
En octubre de ese mismo año el bono volvió a atacar el 3% de rentabilidad, y entonces las pérdidas para el S&P 500 fueron todavía mayores, de casi el 20% en los últimos meses del ejercicio.