
El escenario que se ha planteado en los últimos años para los inversores en renta fija era la gran glaciación. Así nos referimos a él en elEconomista.
Las carteras de deuda se enfrentaban a un páramo congelado, donde, en el mejor de los casos, se podría conseguir mantener la rentabilidad sin cambios, evitando las grandes pérdidas que se estimaban para la mayor parte de bonos en el mercado de renta fija.
Más que una glaciación, 2021 terminó siendo una tormenta de nieve para la deuda, que cerró el año prácticamente igualando el peor ejercicio registrado de la historia en este tipo de activos. Y ahora, en los primeros compases de 2022, se ha producido una avalancha en el mercado de deuda, una vez los bancos centrales han empezado a reconocer que su análisis de la inflación probablemente ha sido demasiado optimista.
La reacción al BCE
La marcha atrás que ha dado el Banco Central Europeo (BCE) esta semana ha tenido consecuencias inmediatas: el mercado, que en el arranque de la semana ya descontaba una primera subida de tipos en la zona euro, rápidamente se adaptó al cambio de discurso del BCE, pasando a descontar, el jueves, una subida de 25 puntos básicos en septiembre y otra de 17 antes de que termine el año.
El viernes las expectativas de los inversores de cara a ver subidas de tipos en la zona euro seguían aumentando, descontándose ya dos subidas completas, que, de producirse, dejarán la facilidad de depósito (el porcentaje que cobra el BCE a los bancos por dejar el dinero aparcado en el organismos) en el 0% antes de que empiece 2023. Este escenario, hace apenas 10 días, era algo prácticamente impensable.
Ahora la cosa ha cambiado, y no sólo los inversores apuestan por este movimiento, más agresivo de lo esperado, por parte del BCE: tanto Goldman Sachs, como Deutsche Bank, han actualizado sus estimaciones después de la reunión del jueves del banco central, y ahora esperan que el organismo lleve a cabo su primera subida de tipos en septiembre. De ser así, no se puede descartar que el BCE también se vea obligado a acelerar el proceso de reducir las compras de deuda que ya está en marcha.
El bono alemán ha dejado rápidamente atrás esa rentabilidad del 0%
El cambio que han experimentado los futuros sobre la deuda a corto plazo (las expectativas de los mercados para los tipos de interés se calculan en base a las opciones sobre el Euro Short Term Rate) no ha sido el único efecto que ha producido el BCE con su cambio de mensaje. Los bonos de largo plazo también lo han sufrido, y prueba de ello es el salto que han experimentado las rentabilidades a vencimiento (por la caída en precio) de los principales bonos de la eurozona.
El alemán, por ejemplo, ha vuelto esta semana a cotizar en rentabilidades positivas por primera vez desde 2019, mientras el bono español ya ha superado la cota psicológica del 1% de rentabilidad, algo que tampoco se veía desde hace tres años. De hecho, el alemán ha dejado rápidamente atrás esa rentabilidad del 0%, y el viernes cerraba la semana cotizando en el entorno del 0,2%. La reacción en el mercado de deuda esta semana no se ha limitado a Europa: en Japón, el pionero de los bonos con rentabilidad negativa, el título de deuda pública a cinco años se ha puesto en positivo por primera vez en más de seis años.
En general, salvo la excepción del bono portugués con vencimiento a 10 años, los bonos españoles han perdido ya todo lo que preveía el consenso para el año 2022, con sus rentabilidades a vencimiento ya por encima de los niveles que se estimaban para el cierre de año. El bono italiano cotiza en el 1,7%, frente a la estimación del 1,3% para diciembre; el francés lo hace en el 0,6%, y la previsión apuntaba al 0,3% para final de año... suma y sigue.
Es un buen ejemplo de cómo la rectificación que ha llevado a cabo el BCE también ha pillado con el pie cambiado a muchos analistas, que, probablemente, tendrán que revisar sus previsiones para final de año en los próximos días, usando como referencia el nuevo escenario que se ha abierto en la política monetaria de la zona euro.
La deuda en negativo cae
La reacción de la deuda ha sido unánime esta semana, algo que se está viendo muy claro en la cantidad de bonos que ofrecen rentabilidades negativas que se pueden encontrar en los mercados internacionales. En 2019, según los datos de Bloomberg, se llegó a alcanzar la cota de los 16 billones de dólares en renta fija con rentabilidades negativas.
Entonces, el porcentaje de la deuda mundial que se encontraba en esta situación (los inversores pagaban un interés por prestar dinero) alcanzó el 25%. Parecía claro que la historia no podía terminar bien, y ha sido en 2022 cuando la cantidad de deuda que se encuentra en esta situación se ha hundido con más fuerza que nunca.
El año empezó con cerca de 12 billones de dólares en deuda
El año empezó con cerca de 12 billones de dólares en deuda en esta situación, una cantidad que se ha reducido a la mitad, hasta los 6,12 billones de dólares el viernes. Ahora, es la cifra más baja que se ha visto desde 2018, en niveles similares a los que se llegó a ver entonces, justo en un momento en el que la Fed estadounidense, en octubre de aquel año, desató el pánico en los mercados, tanto de deuda como de renta fija, al empezar a abrir la puerta a la retirada de estímulos.
Ahora ha sido el BCE el que ha terminado por desencadenar una avalancha en el mercado de renta fija que tiene visos de continuar, al menos mientras dure el proceso de normalización de la política monetaria.