El 31 de enero de 2022 vence el peor bono que colocó España en la crisis europea de deuda, que precipitó el rescate de la banca en el verano de 2012, al que siguió una penosa recuperación económica marcada por la austeridad fiscal. En total, 23.000 millones de euros a un cupón del 5,85%, a cuyo primer tramo, de 3.563 millones, se le exigió una rentabilidad en el mercado primario de cerca del 7% en la emisión del Tesoro Público del 17 de noviembre de 2011. Ya entonces se hablaba de intereses "insostenibles".
"Fue una subasta difícil", recuerda un alto funcionario de Economía que ya estaba en primera línea del Ministerio en aquellos momentos, cuando el euro se tambaleó ante el colapso de Grecia, y los graves problemas para financiarse de Irlanda, Italia, Portugal o la propia España, para los que la prensa británica acuñó el acrónimo PIGS, que en inglés significa cerdos.
"Acababa de caer Silvio Berlusconi [entonces primer ministro de Italia], de mala manera, Mario Draghi apenas llevaba unos días al frente del Banco Central Europeo (BCE), y la subasta salió mal", continúa el funcionario. Fue este último, actual primer ministro de Italia, el que inició la superación de esta situación crítica para el conjunto de la eurozona con el ya histórico "the ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro [el BCE está preparado para hacer lo que haga falta para proteger al euro, en inglés]" del 26 de julio de 2012, que ha acabado con el coste de financiación de España en mínimos históricos, pandemia mediante. Eso sí, sobre las cuentas del Estado se ha sufrido, sin remedio, la pesada carga de este bono, que se colocó a 10 años, y de otros similares emitidos algunos meses antes y después.
Hasta ahora. Su refinanciación, el 31 de enero de 2022, ahorrará al Tesoro Público cerca de 1.200 millones de euros en intereses si el rendimiento de la deuda de España cumple con la previsión de los expertos, que sitúan al bono de referencia con vencimiento a 10 años en el mercado secundario cerca del 0,6% en el primer trimestre del próximo año. Actualmente se encuentra alrededor del 0,4% (ver gráfico).
Estas inmejorables condiciones de financiación, favorecidas por el BCE, permiten que el director general de Tesoro y Política Financiera, Pablo de Ramón-Laca, defienda que en la actual crisis, tras el shock del Covid, "donde se juega la partida no es en el lado del pasivo, si no en el uso de ese endeudamiento", pese que la deuda total representa un 120% del PIB.

"Si dentro de tres años no hemos conseguido empezar a cambiar el modelo productivo de España, para lo que nos brinda una oportunidad histórica la Unión Europea (UE), los mercados podrían dudar, pero, hasta entonces, tenemos la ventaja enorme que nos provee no sólo la política monetaria, sino el paso que hemos hecho de unos tipos altos a unos tipos bajos", explicó en un evento organizado recientemente por BFF y elEconomista.
Lejos de la 'quiebra'
Las advertencias apocalípticas sobre la quiebra de España si el BCE deja de comprar deuda y sube los tipos de interés oficiales chocan con la flexibilidad mostrada por la institución monetaria durante toda la crisis del Covid y de cara al futuro, y, sobre todo, con el coste de financiación que soporta el Estado, que se encuentra en mínimos precisamente por este apoyo histórico, tras no parar de caer desde marzo de 2020.
El endeudamiento de España no ha dejado de crecer en la pandemia como consecuencia del fuerte incremento del gasto social ejecutado por el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos como respuesta al impacto en la actividad económica del shock del confinamiento general de la primavera de 2020 y de la lenta desescalada posterior para contener al coronavirus. Un contexto que tienta, sin duda, a hablar de "quiebra", como hizo recientemente el presidente del PP y líder de la oposición, Pablo Casado, asegurando que "no es catastrofismo, es realismo".
La realidad, sin embargo, es tozuda. El pago de los intereses de esta deuda pública es hoy muy inferior al de la crisis del euro que derivó del shock financiero de 2008, cuando la respuesta tanto del BCE como de la Comisión Europea fue muy diferente y se tuvo que rescatar a la banca. La factura de la deuda se encuentra ahora por debajo de los 26.000 millones de euros, muy lejos de los casi 35.000 millones de hace solo cinco años.
Estos 26.000 millones de pagos en intereses suponen un 2,3% del PIB, cuando en 2013, en el momento más crítico de la crisis del euro para España, este porcentaje se fue al 3,5%. La clave principal que aleja "la quiebra" en el corto y en el medio plazo y que ha permitido una menor factura de intereses pese al sobreapalancamiento es la reducción del coste de financiación gracias al programa de compras de deuda de emergencia del BCE (el PEPP), que se sumó en marzo de 2020 al que todavía estaba vigente de las adquisiciones iniciadas en 2015.
El coste medio de la deuda en circulación ha caído del 2,1% de marzo de 2020 al 1,6% actual, mientras que en la Gran Crisis Financiera llegó a superar el 4,5%, superando el 3% todavía hace solo cinco años. De hecho, el coste medio de las nuevas emisiones es negativo, lo que ha permitido refinanciar bonos a intereses elevados, algunos de la crisis del euro y alargar la vida de la cartera de deuda.