
La inversión responsable vivió una auténtica revolución en 2020, año en el que captó más dinero que nunca (entraron en fondos sostenibles 255.000 millones de euros, la cifra más elevada hasta la fecha, según los datos de BofA).
Se espera que la tendencia continúe en 2021, un ejercicio que además será clave en los aspectos regulatorios. En marzo entrarán en vigor las obligaciones europeas de divulgación, que obligarán a las entidades a aclarar a sus clientes si sus productos integran o no los criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza), y cómo lo hacen. Además, a finales de año tendrán que empezar a preguntarles si desean dar a su cartera un sesgo sostenible.
Uno de los grandes retos que afronta la industria de gestión de activos es transformar la gama de productos ya existente en vehículos con un enfoque claro ASG, pero sin cambiar su filosofía de inversión. En Allianz Global Investors, una de las soluciones para hacerlo es lo que denominan Compromiso climático con los resultados (Climate engagement with outcome), que ya está en marcha. Se trata de empujar a las compañías más contaminantes para que vayan virando su modelo de negocio hacia el verde, según explica Isabel Reuss, la responsable global de Investigación ISR de la gestora.
Lo harán, por ahora, en 38 fondos, incluidas algunas de sus estrategias bandera en España, como los de la familia Allianz Europe Equity Growth, Allianz China A-Shares, Allianz Floating Rate Notes Plus, Allianz Thematica y Allianz Global High Yield.
Isabel Reuss explica cómo lo harán: "Nos dirigiremos a los 10 mayores emisores de gases de efecto invernadero de cada uno de esos fondos; son del entorno de 180 o 190 compañías que, aunque pesen poco en la cartera, pueden representar entre el 50% y el 80% de las emisiones de la misma", advierte.
Analizarán "cuáles son las mejores prácticas para cada uno de sus sectores, teniendo en cuenta no solo la A de ASG, sino también los aspectos sociales y de gobernanza". Entre las cuestiones a analizar, están la de si la empresa cuenta con una hoja de ruta para la reducción de emisiones, o quién toma las decisiones sobre cambio climático. "¿Está esa persona dentro del consejo de administración? Ver quién es el responsable al más alto nivel en esas cuestiones es muy importante", apunta Reuss. También analizan si los ejecutivos cuentan con algún tipo de incentivo ligado a la sostenibilidad.
Un gran reto que afronta la industria de gestión de activos es transformar su gama ya existente en producto sostenible
En el mes de marzo, Allianz GI comenzará a enviar a las empresas sus conclusiones y sus exigencias. ¿Qué tipo de cuestiones pondrán sobre la mesa? "Por ejemplo, hemos observado que algunas químicas no cuentan con una política sobre biodiversidad, que es un ámbito en el que su actividad impacta; es algo que queremos pedirles. Otras compañías todavía no han empezado a reportar sus emisiones a CDP (Carbon Disclosure Project, iniciativa que recoge el impacto ambiental de las empresas), que es algo básico en esta cuestión, y les pediremos que lo hagan".
En los últimos años se han multiplicado las inciativas colectivas para frenar el cambio climático, y alinear los objetivos de emisiones de las compañías con los fijados en el Acuerdo de París (que estableció un marco global para evitar un cambio climático peligroso, manteniendo el calentamiento mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados y prosiguiendo los esfuerzos para limitarlo a 1,5 grados).
Entre ellas está, por ejemplo, Climate Action 100+, que agrupa a inversores con cerca de 40 billones de dólares para forzar a los grandes emisores a combatir el calentamiento. Según explica Isabel Reuss, el enfoque del Climate engagement with outcome es distinto en el sentido de que no es sólo supervisión, "sino que implica una participación activa por la parte de la entidad, de los gestores y analistas. El gestor se compromete además a que, si la compañía no cumple, puede llegar a desinvertir en ella", aclara.
"En algunos países emergentes todavía puedes encontrar cierto rechazo" hacia la sostenibilidad, explica
Incluso teniendo esto último en cuenta, ¿es previsible que, cuando envíen esas 180 o 190 cartas exigiendo cambios, algunas empresas rehúsen tomar medidas? "En Europa no lo creo, pero en algunos países emergentes todavía puedes encontrar cierto rechazo; hay que entender bien si éste se debe a que no quieren abordar el tema, o a que no pueden", señala la jefa global de Investigación ISR de la gestora.
Respecto a cómo se encuentran las compañías españolas en lo relativo a la sostenibilidad -Reuss no desvela si hay empresas españolas en ese grupo más contaminante-, la experta afirma que están "bastante avanzadas". Los inversores españoles, explica, "quieren tener en cuenta la sostenibilidad en sus inversiones, es similar a lo que ocurre en Italia y en Francia, les gusta tener presentes tanto la A como la S y la G. Por el contrario, los países nórdicos se fijan solo en un aspecto. Pero la sostenibilidad es como una silla de tres patas: si le quitas una, se te cae. Y España tiene claro este concepto", afirma.