
Las siglas ESG (del inglés Environmental, Social and Governance) se han convertido en un poderoso imán de atracción de inversores. Y esta tendencia, lejos de aminorarse en un año marcado por la pandemia del Covid 19, se está acentuando más si cabe, en medio de la preocupación por el cambio climático.
Buena prueba de ello es lo que ha ocurrido en Estados Unidos durante el segundo trimestre, donde al calor de la recuperación de las bolsas americanas después del batacazo de marzo, los fondos con el sello ESG han acumulado 10.400 millones de dólares en suscripciones netas, según datos de Morningstar, lo que ha llevado a este tipo de fondos a cerrar el primer semestre con un volumen de 20.900 millones en entradas de dinero, a muy corta distancia de alcanzar la cifra en flujos que consiguieron en todo 2019, año que cerraron con 21.400 millones de dólares.
Teniendo en cuenta que todavía falta la segunda mitad del año, es posible que 2020 termine con un nuevo récord de suscripciones netas en los fondos ESG, que ya el año pasado multiplicaron por cuatro la cifra más alta que habían registrado anteriormente esta clase de fondos. Y esta entrada de dinero se ha producido independientemente del nivel de riesgo, tanto en productos verdes de renta fija como de renta variable, aunque éstos últimos han sido los grandes ganadores entre los inversores. Mientras que los inversores en fondos sin este sello preferían resguardar su dinero en fondos de renta fija, los fondos ESG de bolsa conseguían atraer 9.300 millones de dólares. De hecho, un dato curioso es que abril fue el mes con mayores flujos de entrada de dinero nunca antes registrados, con 5.800 millones.
Pero este crecimiento imparable de los fondos ESG se ha producido a través de productos pasivos, gracias a la oferta de firmas como iShares, de BlackRock, que aglutina hasta 21 fondos de este sello, y ha logrado flujos netos de 4.700 millones.