
Las actas de la última reunión del Banco Central Europeo (BCE) han dejado bastantes conclusiones importantes sobre el debate que tuvo lugar en el encuentro de principios de junio. Por ejemplo, detallando qué tipo de factores contempla el BCE con sus estimaciones macroeconómicas.
En esa reunión el organismo anunció un aumento de las compras del Programa de Emergencia (PEPP) de 600.000 millones de euros y seis meses más, y también actualizó las previsiones de PIB e IPC para los próximos años por primera vez desde que empezaron las tensiones más fuertes en los mercados por el coronavirus.
El nuevo cuadro macro recoge un deterioro importante de la actividad económica en la zona euro, con una caída del PIB del 8,7% este año, y una inflación que apenas llegará al 1,3% en 2022.
Sin embargo, cualquier estimación de este tipo se debe analizar ahora con cierto recelo. La propia Christine Lagarde, presidenta del organismo, reconoció la elevada incertidumbre que existe a la hora de hacer estimaciones, y este mensaje se ha reforzado con la publicación de las actas.
En el documento que ha publicado el BCE se destaca cómo estas previsiones macro no contemplan algunos factores que pueden ser decisivos en la evolución de la economía europea. El primero de ellos, el fondo de recuperación que ha presentado Europa, y que inyectará miles de millones de euros en las economías de la región.
Este puede ser un factor positivo, con potencial para evitar que la crisis sea tan profunda como estima el organismo, sin embargo, hay otros que pueden ocurrir y tener el efecto contrario. Según las actas de la reunión, "todos los escenarios que se han planteado asumen que habrá una solución médica efectiva para el coronavirus a mediados de 2021", explica el documento, y reconoce que "esto puede suponer que todos los escenarios sean demasiado optimistas, si finalmente no ocurre".
"Si no hay una solución médica en 2021, todos los escenarios planteados serán demasiado optimistas"
Además, hubo miembros que en la reunión destacaron cómo las estimaciones macro "no cubren la posibilidad de que esta crisis termine salpicando al sector financiero. Si esto ocurriese, un endurecimiento mayor en las condiciones financieras harán necesaria una respuesta todavía más fuerte por parte de la política monetaria", se indica en el documento, explicando que este argumento fue presentado por algún miembro para defender un paquete de medidas aún mayor que el que se terminó anunciando.
El miedo del BCE a la deflación
Una de las mayores preocupaciones del BCE en este momento es que se ha abierto la posibilidad de que la eurozona entre en situación de deflación. "Ya no es un escenario de baja probabilidad", indica el documento aunque reconocen que "sigue sin ser lo más probable".
El organismo justifica la necesidad de haber optado por aumentar las compras del PEPP por la preocupación que les genera ahora la baja inflación que va a generar la crisis del coronavirus.
Eso sí, reconocen que, a más largo plazo, "es posible que haya presiones inflacionistas, debido a problemas de suministros, tendencias anti-globalización y restricciones regulatorias para contener la pandemia" explican.
Aunque el escenario base apunta a presiones deflacionistas, hay miembros que esperan que la inflación pueda repuntar a más largo plazo
Lo que queda claro es que las características tan especiales de esta crisis económica hacen muy complicado poder hacer estimaciones para el IPC. Parece que la inflación va a dar bastantes dolores de cabeza a los equipos de análisis del BCE en los próximos meses. En las actas de la última reunión se destaca cómo algunos miembros del Consejo avisan de que "es probable que vaya a haber diferencias entre la percepción de inflación [de los ciudadanos] y la cesta oficial de precios".
Según ellos, "ya se han visto desfases en el periodo de confinamiento, entre los bienes que se han comprado en este periodo y la composición de la cesta de precios", explica el documento.