La Cocina Financiera de Juan Ramón Caridad
Llega el frío y con él apetecen platos de cuchara. Financieramente hablando, las gélidas temperaturas las generan los tipos negativos y unas valoraciones, de las bolsas y del crédito corporativo estadounidense, de todo menos light.
Ver al Dow rompiendo los 28.000 no significa nada. Lo que engorda más que los polvorones es la pérdida de respeto a los déficits públicos o el diferencial entre la deuda de medianas y pequeñas empresas estadounidenses y la marcha de sus beneficios. Para obtener rentabilidad toca construir carteras igual que se prepara una fabada asturiana para comensales con el colesterol alto. Todo un reto.
Una fabada sin panceta y morcilla no es una fabada. Los emergentes pueden dar placer al paladar (sus tipos de interés triplican a los desarrollados y sus bolsas están infinitamente más baratas); también los sectores cíclicos europeos atormentados por las guerras comerciales y los tramos subordinados de la deuda de las grandes instituciones financieras puestas a dieta por Basilea IV y Solvencia II. El problema es que hoy no hay activos sin riesgo (que servirían de protectores estomacales) como consecuencia de las políticas monetarias ultraexpansivas.
Puede agregarse renta fija emergente, así como fondos de fusiones y adquisiciones amistosas
Lo que no es una opción es bañar las judías en una sosa menestra de deuda pública y bonos corporativos grado de inversión. Pasaríamos hambre y pagaríamos por ello con rentabilidades negativas. Hay que mantener el chorizo, pero reducir la cantidad y salpimentarlo con renta fija emergente. Hay que bajar la dosis de tocino y remplazarlo por un sofrito de risk premia (inversión en activos que implican un mayor riesgo, por lo que el inversor les exige una prima). Y cambiar parte de la morcilla por fondos de fusiones y adquisiciones amistosas. Todo esto mejorará el binomio sabor-salud financiera.
La alternativa es conformarse con un sándwich de jamón (60% en un ETF de bolsa de EEUU) y queso (40% en renta fija) y rezar a Santa Cristina de los Lagares. Ya que el segundo se ha derretido, y el primero está a precio de trufa suiza, si optan por ello no es mala idea que se dejen una parte en liquidez y, antes de que les cobre comisiones el banco, se lo gasten en visitar Asturias.
A controlar los riesgos ayuda el ir añadiendo una pizca de oro, plata o bono americano a muy largo plazo
Las rentabilidades positivas se cocinan a fuego lento. Si preparamos nuestra fabada con olla exprés, no controlaremos la liquidez y el punto de sal en unos mercados no aptos para hipertensos. Además, no perderle la vista al guiso permite controlar los riesgos e ir añadiendo una pizca de oro o plata, de bono americano a muy largo plazo, de US MBS No Agency (valores respaldados por hipotecas) en dólares y hasta un toque de yen. Todos ellos ingredientes que están al alcance de cualquiera en los supermercados financieros de confianza.
Por último, un poco de chup, chup es hasta recomendable. Algo de volatilidad hay que soportar y no queda otra. Lo mejor es recurrir a los índices put-rights y buy-rights de volatilidad. Este tema es alta cocina, así que prometo invitar muy pronto al maestro de maestros de la cocina financiera, D. Enrique Castellanos, con el que recientemente tuve el placer de compartir fogones en Ciudad de México. Ustedes de momento, quédense con que para el 2020 diversificar la forma en que asumen riesgo equivale a asumir menos riesgo. Buen provecho financiero.
Juan Ramón Caridad, MFIA, CAIA.
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