En distintas ocasiones he escuchado la frase de que si no sabes quién eres, la bolsa es un sitio muy caro para descubrirlo. Siempre he pensado que esta afirmación se sustentaba en la idea de que todo el mundo tiene el cerebro suficiente para ganar, pero no todo el mundo tiene suficiente estómago.
Lo que no metía en la ecuación es que los mercados se han convertido en un lugar extraordinario para perder mucho dinero, por los atracos que se producen por el despiste o falta de vigilancia de los partícipes.
Y es que todos esos que somos huérfanos de inversión, que no tenemos suficiente patrimonio para acceder al supuesto cuidado que ofrece la banca privada, tenemos que ser especialmente vigilantes con el coste de la cartelería de productos que hemos metido en la alforja con los años.
Por aquello de en casa del herrero, cuchillo de madera, uno acaba descuidando qué es lo que paga por las cosas que ha ido construyendo con los años y aquí es donde llega la hostia. Lo cuento en primera persona, porque mientras me he detenido en los últimos meses en el hueco de la cabeza de un alfiler se me ha pasado la boca de un túnel. En elEconomista hemos advertido que la comercialización de lo que llamo fondos tontos de bajo coste para el cliente viene aparejada de una comisión de custodia, lo que hemos titulado el efecto Ryanair de la inversión: acceso a producto de bajo coste, pero pagas por llevar la maleta en la bodega.
Me escandalizó comprobar que, por un fondo que tengo en cartera desde 2010, BBVA me está cobrando un 2,71%
La sorpresa me llegó al ver qué estaba pagando en comisiones por los fondos que tengo en BBVA. Sin que todavía haya recibido la carta con el desglose de comisiones, me escandalizó comprobar que por un fondo que conservo en cartera desde julio de 2010, el Templeton Asian Growth, estoy pagando un 2,71% de gestión (¡ostias, sin h, me dije!). Pero no solo por el salvaje 2,71%, por la hostia, de las de h, por la comisión de custodia que ha aparecido, como las setas en esta época, del 0,3%.
Tengo cariño a BBVA. Mi primer trabajo fue de cajero en el banco, cuando no tenía la A de Argentaria y los Bilbao y Vizcaya venían de fusionarse. En la prehistoria de la banca tecnológica ,me fui por su vía digital, Uno-e. El banco llegó a ser tan precursor en su época que abrió una guerra en la operativa bursátil, al poner la primera tarifa plana por operar. Y, más importante, abrió un verdadero supermercado de productos de fondos para poder salir de los economatos monomarca.
Siempre me he creído estas historias. Cuando era un imberbe periodista tras salir de la rueda de prensa con la que Ana María Llopis presentó Openbank me hice cliente.
Hoy a toda esa clientela de banca moderna que nació con Uno-e, BBVA la ha fagocitado. Y lo peor es que en esa necesidad de ganar dinero en un negocio que hoy no es negocio, el banco tecnológico parece querer expulsar clientes o que estén aborregados.