
Dos realidades paralelas sobre el 1-O coexisten en el juicio según se aborden desde el prisma de los votantes o de los policías, quienes se reprochan mutuamente los actos violentos mientras unos alardean de su pacifismo y conducta ejemplar y los otros denuncian el odio y amenazas de la gente.
Primero fue el centenar de policías nacionales y guardias civiles que dibujaron un escenario digno de un "manual de guerrilla urbana" que enervó por momentos a unas defensas que, cuando trataban de arrancar con sus preguntas excesos y actos impropios, recibían respuestas que apuntalaban las tesis de las acusaciones.
Luego, para alivio de los letrados, llegó el auxilio de las decenas de votantes del 1-O, a quienes apenas preguntaban, simplemente les dejaban hablar -como previamente hicieron las acusaciones con los agentes- para que dieran rienda suelta a su acervo pacifista, porque los golpes los recibieron ellos.
Más allá de la credibilidad y su cargo probatorio, lo cierto es que los testimonios parten de experiencias subjetivas y vivencias personales, que no resultan fáciles de cuestionar para las partes.
Violencia
- Agentes: "Nos machacaron". Su fotografía del 1-O es la de una resistencia "activa", con casos de ancianos y niños en las primeras filas de las "murallas humanas". Barricadas, lanzamientos de sillas, piedras, vallas y motos, urnas arrojadas a las cabezas, patadas en los testículos y costillas, mordiscos y puñetazos. Les arrebataron las defensas y los escudos, pero no lograron hacer lo mismo con las pistolas, pese a la insistencia en quitárselas. "Se cometieron muchos delitos", pero no detuvieron para no crear un mal mayor.
Votantes: "Nos apalearon". Las fuerzas de seguridad del Estado "sin mediar palabra" protagonizaron "palizas" contra ciudadanos que rayaron la "humillación". Votantes a los que cogieron por los testículos y les levantaron, otros a los que engulleron y pasaron por encima, cabezas ensangrentadas, niños a los que apartaban para que no vieran como pegaban a su familiares y personas arrastradas como maletas. Eso sí, solo hubo violencia en los colegios donde intervinieron las fuerzas policiales, en el resto fue "una fiesta".
Insultos y amenazas
Agentes: No eran recibidos con rumbas catalanas, sino con "hijos de puta", "asesinos, "terroristas" o "escoria" o los caninos como "perros del Estado", "perros del poder" o "perros de Rajoy". Intercalados con amenazas del tono "os vamos a matar", "os teníais que morir ahora mismo aquí" y "tenía que volver ETA y mataros".
Votantes: Solo cánticos como "Els segadors" y el célebre "passiú bé"; junto a las proclamas pacifistas "som gent de pau", "votarem, votarem" y "votar no es delito". Entre medias se colaba "fuera fuerzas de ocupación" y solo muy ocasionalmente les insultaron ante la impotencia de ver como les pegaban y les "robaban" sus urnas.
Odio versus pacifismo
Agentes: Un odio que se siente y se mastica bajo un "ambiente muy hostil". Todos coincidieron en las "miradas de odio, desprecio y rabia" de muchos ciudadanos, algo que no pueden olvidar y que les provocó tal "miedo" que en agentes veteranos les llegó a recordar a "los principios del conflicto vasco". Allí "no había pacifismo por ningún lado" porque como dijeron "se había perdido la vergüenza".
Votantes: Pacifismo en mayúsculas. Orgullosos, el comportamiento de la gente fue "ejemplar" haciendo gala "de manera inequívoca" de su actitud "de no violencia". No destilaron odio, solo dignidad y firmeza. Sentados con los brazos en alto, con algunas lágrimas y mucho miedo, para defender que votar no es delito siempre desde una resistencia y desobediencia pasiva, que consideran "legitima".
Mossos
Agentes: Fueron parte activa para permitir la votación por su connivencia y complicidad con los votantes. Eran comunes los "besos y abrazos" con ellos por permitirles sacar urnas y luego sortearlas entre los ciudadanos para llevarlas a casas particulares. Mossos que se escondían detrás de setos al verles llegar, seguimientos y agentes de paisano que advertían a los votantes de su llegada para prepararles. Mossos que nunca les auxiliaban en los peores momentos.
Votantes: Los mossos trataron en todos los colegios de impedir la votación, pero desde la mediación y sin hacer uso de la violencia. Hicieron varios intentos de entrar a requisar el material, lo que ocurre es que nos les dejaron porque los ciudadanos se colocaban en los accesos para "de forma pacífica no dejarles", de manera que al ver a la multitud los agentes se retiraban porque "dos personas contra doscientas, era impensable".
Organización ¿previa o espontánea?
Agentes: Organización previa. Las acciones de los ciudadanos "no eran algo casual", estaban organizados. "Nos estaban esperando". Había responsables de avisar, de interlocutar, de mandarles gritar o callar. Patrones comunes a todos los colegios, una estrategia planificada con tiempo y practicada en talleres de resistencia.
Votantes: Autogestión improvisada y organización espontánea. Un plan que arrancó la víspera en los colegios y articulado por los vecinos según iban llegando a los locales. Se erigían en voluntarios para las mesas, para ordenar las filas o llevar comida. No había un plan preestablecido para actuar, el pueblo simplemente lo asumió.