Legal

Las personas con tatuajes podrían enfrentar demandas por derechos de imagen, marcarios o de autor en estos casos

Persona haciendo un tatuaje | Foto: iStock

España es el sexto país más tatuado del mundo con un 42% de la población que afirma tener, como mínimo, un tatuaje. Entre los estilos más populares destacan el Old School , el realismo o el fine line, siendo los brazos la zona preferida para tatuar, seguida de las piernas, la espalda y el pecho.

Hoy en día se estima que en nuestro país hay entre 4.500 y 5.000 estudios de tatuajes, cinco veces más que hace una década, en los cuáles podemos encontrar entre 2 o 5 tatuadores residentes, a veces incluso hasta 10. Ya sea alquilando cabinas o trabajando desde casa, lo cierto es que el sector del tatuaje factura más de 216 millones de euros anuales en nuestro país.

Así, cada vez hay más gente que se tatúa, ya sea por convicción, moda o, simplemente, porque le gusta. No obstante, hacerlo sin conocer todo lo que ello conlleva puede traernos consecuencias legales que nunca habríamos imaginado.

Adictos a la tinta

Es habitual encontrarnos con personas por la calle que tienen tatuada la cara de algún famoso, personajes de una serie o incluso futbolistas (los cuáles a su vez también tienen rostros en su piel), diseños que parecen inofensivos y que demuestran que existe un fuerte sentimiento de admiración hacia estos ídolos, pero que pueden ser problemáticos.

Como si de una obra de arte se tratase, los diseños de tatuajes originales quedan automáticamente protegidos desde su creación por derechos de autor, lo que le otorga a su diseñador la potestad de explotarlos económicamente -aunque no todos los tatuajes alcanzan el umbral de originalidad necesario para merecer protección-.

Asimismo, tatuarse una marca registrada sin autorización, como bien puede ser el logo de una empresa, puede constituir una infracción si se usa comercialmente. De este modo, si alguien tiene tatuajes protegidos por derechos de autor o marcarios puede ser demandado por las marcas si se hace un uso comercial de ellos sin autorización expresa.

Es lo que suele pasar cuando un deportista o influencer tatuado promociona un producto. Sus tatuajes aparecen en pantalla porque son parte de su cuerpo, por lo que se asocian con la marca de la campaña publicitaria. Si no se cubren o maquillan, los vemos de forma inevitable si están en zonas muy visibles como las manos, los brazos o el cuello.

Ahora bien, cuando esto ocurre podrían estar vulnerando los derechos de autor del tatuador, de la marca o incluso de su propia imagen. En la práctica, la mayoría de los tatuadores operan sin conocimiento de estas implicaciones legales, generando una inseguridad jurídica que puede derivar en costosos conflictos.

Las consecuencias legales

Cuando nos hacemos un tatuaje no adquirimos "la titularidad" de los derechos de autor, marcarios o de imagen por, simplemente, tenerlo en la piel. La realidad es que habría que firmar un contrato que regulase la cesión de derechos sobre tatuajes a la hora de hacerlo entre profesional y cliente, algo que rara vez ocurre y que genera un vacío jurídico que multiplica los riesgos legales y económicos con creces.

De este modo, las empresas pueden verse inmersas en reclamaciones judiciales por utilizar la imagen de personas tatuadas sin autorización del autor del diseño (tatuador), o viceversa, por ejemplo cuando un influencer acude a una gala de premios con tatuajes visibles o hace una campaña publicitaria en la que una marca que lleva tatuada no quiere que se la relacione con la que anuncia.

Con todo, estas personas pueden enfrentar requerimientos extrajudiciales, medidas cautelares que paralizan proyectos comerciales, demandas e indemnizaciones por daños y perjuicios.

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