Inversión sostenible y ESG

Externalidades y gestión del cambio: costes y beneficios

  • La opinión de Fernando Delgado, director de inversiones en el Instituto español de inversión responsable
Imagen: iStock

La convicción generalizada que se ha creado sobre la necesidad de revisar el modelo económico tradicional genera numerosas oportunidades e invita a la reflexión sobre cómo abordar un cambio. Las relaciones entre los distintos agentes no son siempre sencillas, ya que a pesar de que la implantación de un modelo más responsable trae consigo innumerables beneficios, no está exenta de costes. Consulte más tribunas sobre inversión responsable en elEconomista Inversion sostenible y ESG.

El reparto de costes y beneficios normalmente no va de la mano. Algunos se han beneficiado, hasta la fecha, de un modelo, en ocasiones, poco responsable. A través de externalidades generando unos resultados que no contemplaban la realidad de los costes para el resto de la sociedad (descuido de los derechos humanos, desprotección de los trabajadores, en cualquiera de sus formas, generación de gases contaminantes…).

La relación entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo genera un dilema en este sentido. El nivel de vida alcanzado en los países desarrollados vino acompañado, entre otras cosas, de la industrialización, cambios en el estilo de vida, migración del campo a la ciudad y nuevos hábitos de consumo. Estos cambios generan un intenso incremento del consumo de recursos o la emisión de numerosos gases contaminantes a la atmósfera por parte de un porcentaje pequeño de la población mundial, pero que en mayor o menor medida afectan al total. La parte de estos costes que ha generado unos beneficios para algunos y por los que todos han tenido, de alguna forma, que pagar algún coste, serían, en este caso, las mencionadas externalidades.

La necesidad de mejora en el nivel de vida en los países menos desarrollados hace que el modelo actual sea insostenible. No hay recursos ni capacidad para que el conjunto de la población mundial mantenga el estilo de vida de los países más desarrollados, es insostenible. Es imprescindible un cambio que impacte sobre consumo energético y de recursos naturales, materias primas, la explotación de mares, océanos y tierras de cultivo, por citar algunos ejemplos.

Diagnosticado el conflicto de intereses que resulta de las externalidades y la necesidad de un cambio de modelo podemos definir alguno de los objetivos. Una de las claves del éxito será un reparto de los costes justo. No puede recaer sobre los más débiles. El avance hacia una economía circular y fuentes de energía limpias e inagotables son objetivos a medio y largo plazo. Es este probablemente uno de los puntos donde los países desarrollados deberían incrementar sus esfuerzos, con inversiones en I+D, facilitando y acortando los plazos para el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan avanzar hacia la sostenibilidad del sistema. Cabe destacar, los avances recientes, en las pruebas de laboratorio, en la fusión nuclear. La viabilidad de esta fuente de energía supondría un formidable avance en materia energética y podría, en el largo plazo, ser un fuerte impulso para la mejora del nivel vida.

El cambio es, sin embargo, un proceso continuo que requiere de pasos intermedios. Hasta llegar a una economía circular, en la que se puedan obtener los inputs del proceso productivo a partir de los outputs, es necesario profundizar en el reciclaje. Mejorar la eficiencia de procesos, diseños, productos o envases. Trabajar sobre la logística o revisar hábitos de consumo. La gestión de la transición, de la que hemos hablado muchas veces, es clave. Comentaba en octubre, preguntado sobre el comentario en Twiter del vicepresidente de la Comisión Europea en relación al anuncio por parte del mayor fondo de pensiones holandés que tenía la intención de desinvertir en el sector petrolero y gasista hasta 2023, que convenía mantener la prudencia, ya que hay que hacer un cambio de modelo, pero no de cualquier forma ni con cualquier coste.

Uno de los grandes temas de debate en las últimas semanas ha sido la decisión tomada por parte de la Unión Europea de categorizar tanto al gas como a la nuclear como sostenibles. Sin entrar en el fondo de la cuestión, esta decisión pone de manifiesto como desde Bruselas se han dado cuenta de la necesidad de gestionar la transición. El análisis de un modelo más sostenible y la velocidad con la que se implanta requieren de una visión amplia, gestionando los riesgos y evitando generar graves perturbaciones.

En su Twiter, Timmermans habla de la reconducción de flujos hacia la inversión sostenible. Propone habitualmente un importante nivel de intervencionismo, por parte de la Unión Europea, como mejor forma de lograr el cambio. No obstante, en mi opinión, una vez creado un marco institucional adecuado y gestionada la alineación de intereses, por ejemplo, para reducir las externalidades, un menor intervencionismo tiende a dar mejores resultados.

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