
La primera ministra británica, Theresa May, sorprendió este lunes con un viraje inesperado hacia el Brexit duro. Cercada por hasta nueve renuncias -la última, de Scott Man, secretario parlamentario del Tesoro- y por la presión de Donald Trump, que le exige una salida más traumática de Europa para negociar un tratado de libre comercio con EEUU, la premier aceptó en el Parlamento todas las enmiendas planteadas por los diputados más eurófobos, entre ellas la de dejar de recaudar impuestos en nombre de la UE.
Se da la circunstancia de que ese compromiso estaba recogido en el Libro Blanco, documento que iba a servir de guía para el proceso de ruptura y que sentaba las bases de un Brexit blando. Lo más llamativo es que ese texto fue presentado hace solo cinco días.
Curiosamente, el giro de May se produce tras la visita a Reino Unido del presidente Donald Trump, que poco menos le dijo a la inquilina de Downing Street que un acuerdo de libre comercio entre ambos países dependía de la dureza que adquiriesen los británicos en el adiós a Europa. "Preocúpate de poder lograr un buen acuerdo con nosotros", llegó a espetarle Trump a su homóloga británica al término de su visita y antes de partir para Escocia.
Y es que a May le crecen los problemas por todas partes. Porque las dimisiones se cuentan ya por nueve. La más famosa, hace solo una semana, fue la de su exministro de Exteriores, Boris Johnson -de quien Trump dijo que sería un excelente primer ministro- pero a la que han sucedido algunas más. El lunes llegó la de Scott Mann, y el domingo trascendió la del diputado Robert Courts, que había sucedido a David Cameron en su escaño por Whitney, y que abandonó en solidaridad con el ex primer ministro David Cameron -quien facilitó el referéndum del 23 de junio de 2016 que acabó con la sorpresiva victoria de la salida-.
El Ejecutivo defiende que la hoja de ruta marcada por el Libro Blanco del Brexit es compatible con las propuestas de todas las partes
Un portavoz del número 10 de Downing Street confirmó la aceptación de las enmiendas de los partidarios del adiós más duro, con el argumento de que todas ellas son compatibles con el Libro Blanco, según recoge el diario británico The Guardian. Sin embargo, la intención de dejar de recaudar tributos en nombre del club europeo significa transitar de manera decidida hacia un Brexit muy duro.
La propia May parece tener dos caras. El lunes por la mañana, en un acto, dijo defender el Libro Blanco. Y por la tarde, se mostró "contenta de escuchar las preocupaciones de los colegas", en respuesta a las acusaciones de haber dado marcha atrás en su postura lanzadas por la oposición.
Y después está la oposición laborista, que ya encabeza los sondeos. El diputado Gareth Thomas le dijo a May que "los Brextremistas están ahora al mando" y advirtió que Bruselas se ha percatado de ello "igual que todos nosotros".
"Hemos dado otro paso más hacia la catástrofe de un Brexit sin acuerdo que nos quieren imponer por la conjunción de la parálisis del Gobierno y la confusión parlamentaria", añadió, para defender otro referéndum que haga abandonar "el punto muerto" al país.
El cambio de rumbo de May satisface a los más acérrimos partidarios del Brexit, pero podría provocar la ira de los diputados conservadores favorables a la permanencia de Reino Unido en la UE y causar aún más inestabilidad.
Negativa a un nuevo referéndum
Justine Greening, exministra británica de Educación, ha propuesto la celebración de un segundo referéndum sobre la salida de Reino Unido de la UE para poner fin a la coyuntura actual por las divergencias políticas sobre cómo abordar EL proceso. Greening, que abandonó en enero el Gobierno liderado por Theresa May, ha subrayado que la estrategia negociadora de May no está satisfaciendo ni a los que quieren una salida clara de la Unión Europea ni a los que se oponen al Brexit. Sin embargo, su propuesta cae, por ahora, en saco roto. Un portavoz de Downing Street aseveró que "bajo ninguna circunstancia" habrá una nueva votación.