"¡Haz algo! ¡Has permitido que estafen a tu estado! ¡Anula las elecciones!". Así empezaba el mensaje con el que el presidente saliente de EEUU, Donald Trump, se dirigía este martes a primera hora al gobernador de Georgia, el republicano Brian Kemp. Ha pasado casi un mes entero desde las elecciones presidenciales y Trump sigue sin aceptar los resultados, metido cada vez más de lleno en un universo de teorías de la conspiración ampliadas por medios ultraconservadores que ni la cadena Fox News se atreve a seguir. Y el miedo que tiene la dirección republicana es que las constantes denuncias de fraude sin pruebas, que según las encuestas comparten un gran número de votantes conservadores, vayan a desmovilizar a su base y a afectar a las elecciones clave al Senado en Georgia del próximo 5 de enero, que decidirán de qué lado cae la Cámara Alta.
A estas alturas, está claro las constantes denuncias judiciales de Trump no tienen ningún recorrido. Los tribunales han rechazado fulminantemente 39 de las denuncias interpuestas por la campaña del presidente, con respuestas cada vez más furiosas de los jueces ante la falta de pruebas y la vaguedad de sus acusaciones. "Decir que una elección fue injusta no basta para que lo sea. Hacen falta alegaciones específicas y pruebas, y aquí no hay ninguna de las dos", sentenció el Tribunal de Alegaciones del Tercer Circuito, en un auto redactado por un juez nombrado por el propio Trump. El presidente espera que el Tribunal Supremo acabe por darle la razón, con el apoyo de los jueces que él mismo eligió, pero los expertos judiciales dudan de que acepte siquiera estudiar uno solo de estos casos, vistos los antecedentes.
Políticamente, las denuncias tampoco están teniendo mucho recorrido. Pese a que el Partido Republicano oficialmente está de acuerdo con las acusaciones de supuesto fraude, los cargos republicanos en los estados que ganó Joe Biden han certificado los resultados electorales y confirmado la elección de los delegados demócratas de cara a la votación de investidura del próximo presidente, el próximo 14 de diciembre. A estas alturas, los Archivos Nacionales y el Congreso de EEUU ya han recibido los certificados oficiales nombrando a los delegados demócratas por parte de todos los estados clave, como Georgia, Pensilvania, Arizona o Michigan. Los 15 estados que aún quedan por certificar sus resultados -como California, Nueva Jersey, Washington o Nueva York- están fuera de toda duda, sin ninguna denuncia pendiente. Hasta el propio Trump ha autorizado el proceso de transición presidencial.
Elecciones clave
Si esto fuera todo, al Partido Republicano no le costaría nada dejar que Trump siga denunciando y poniendo en duda los resultados electorales: el coste para ellos sería nulo, y si daña la legitimidad de Biden, al menos entre su electorado, a ninguno de ellos les importaría. El problema es que queda una votación clave: la segunda vuelta de las elecciones al Senado en Georgia, con los dos escaños en el aire. Una victoria demócrata en ambos daría a Biden control de las dos cámaras legislativas y reduciría enormemente la capacidad de hacer oposición de los republicanos.
Y el problema de los republicanos es que las acusaciones de Trump están golpeando de lleno a la dirección republicana de Georgia. Tanto el gobernador, Kemp, como el secretario de Estado, Brad Raffensperger -encargado de organizar las elecciones-, están en la mira del presidente por haber confirmado la victoria de Biden allí por 12.000 votos. Raffenspenger ha denunciado amenazas por parte de militantes conservadores y se ha mostrado "muy dolido" por recibir ataques de "el presidente por el que voté, hice campaña y al que doné dinero".
La presidenta del partido nacional, Ronna McDaniel, observó con claridad el efecto de las denuncias de Trump. En una visita para hacer campaña, McDaniel se encontró con cientos de militantes que no querían escuchar un mitin sobre las elecciones al Senado sino saber por qué no estaban haciendo más para 'parar el fraude presidencial'. "Si perdéis la esperanza y no votáis, los demócratas ganarán", intentaba explicar al público. "Hay que estar enfocados en el objetivo, que es el Senado", respondía a los votantes que le preguntaban si era verdad que algunas máquinas de votación habían cambiado votos de Trump a Biden.
El mayor riesgo es que esas elecciones lleguen una vez Biden haya sido confirmado como ganador de las elecciones -el Colegio Electoral votará al presidente el 14 de diciembre- y muchos votantes se sientan tan traicionados por sus líderes que no vayan a votar. En un estado en el que Biden ganó por 12.000 votos de entre más de 6 millones de papeletas, una desmovilización republicana, por pequeña que sea, podría ser decisiva.
Trump irá a hacer campaña la próxima semana, dado que el magnate es capaz de movilizar a un electorado esporádico que al que ningún otro republicano es capaz de llegar. El problema es que el propio Trump lleva semanas sin hablar de nada más en su cuenta de Twitter que de acusaciones de fraude. A cuantos más votantes convenza de que votar no sirve de nada y de que los propios republicanos son cómplices de las supuestas irregularidades, más difícil lo tendrán sus candidatos para movilizar a esos votantes esporádicos.