
Nada de sorpresas de última hora en la votación más importante del año en EEUU. El Tribunal Supremo del país ha prohibido este lunes, por unanimidad, los casos de transfuguismo en la votación de investidura del nuevo presidente, después de que en 2016 se dieran 10 casos de compromisarios que se negaron a votar por Donald Trump o Hillary Clinton pese a haberse presentado en sus respectivas listas.
Originalmente, los fundadores del país esperaban que los compromisarios que forman el llamado Colegio Electoral, una cámara que se reúne cada año electoral solo una vez para nombrar a un nuevo presidente, fueran politólogos, expertos y personas con experiencia en la administración, que debatirían hasta encontrar el candidato perfecto para presidir el país. Los estados, originalmente, podían designarlos como quisieran: en un principio, solo unos pocos estados celebraban elecciones y en el resto eran los parlamentos estatales los encargados de elegirlos. Pero desde 1868 ya todos nombran a esos delegados mediante votaciones.
El resultado es que, en la práctica, los ciudadanos no votan por los delegados, sino que votan a un candidato presidencial -este año, a Donald Trump o a Joe Biden-, y el partido ganador en cada estado designa a una lista de personas que se hayan comprometido ya de antemano a votar a dicho candidato. Es decir, el votante no sabe a quién está eligiendo como compromisario, sino solo a qué candidato presidencial votará esa persona una vez llegue el momento clave.
Por ello, el Supremo de EEUU considera que los compromisarios no tienen ya legitimidad para decidir por sí mismos a quién votar, sino que están obligados a cumplir con su promesa y apoyar al candidato del partido que los designó. Algunos estados ya habían aprobado leyes que prohibían estos cambios de voto y que permitían al estado modificar el sentido del voto de aquellos delegados que no cumplieran con la voluntad de sus ciudadanos.
A lo largo de la historia ha habido múltiples casos de delegados que no han votado por el candidato de su partido, aunque ninguno ha decidido unas elecciones por sí solo. Algunos, como los tres que elige la capital, Washington DC, votan en blanco sistemáticamente en protesta ante la falta de representación en el Congreso que sufren sus ciudadanos. Otros, como varios de las últimas elecciones, son miembros de los partidos que optan por expresar su rechazo a sus líderes: uno del estado de Washington (noroeste), seguidor de Bernie Sanders, se negó a votar a Clinton por principios, mientras que uno de Texas, antitrumpista, optó por votar a favor de John Kasich, uno de los rivales del magnate en las primarias republicanas.
Con esta sentencia, esas sorpresas quedan completamente descartadas. Los resultados del 3 de noviembre serán los que decidan la presidencia. La única pregunta que queda este año es cuándo estarán disponibles esos resultados, ante la avalancha de voto por correo que se espera por el empeoramiento de la pandemia de Covid-19.