Internacional

Trump pide de nuevo derogar la ley sanitaria mientras Texas y Florida cierran sus bares por el repunte de Covid-19

  • El de Texas es el primer caso de marcha atrás en el desconfinamiento
  • El plazo para dar un giro a la campaña se acorta: quedan tres meses
Unos operarios instalan un punto de test del Covid-19 en Texas. Foto: Reuters.

Con Donald Trump en caída libre en las encuestas para las elecciones, que empezarán a celebrarse en tres meses, su última idea para mejorar su delicada situación política ha sido pedir al Tribunal Supremo de EEUU que derogue la Ley de Sanidad Asequible, aprobada en 2010 por Barack Obama. Esta medida supondría dejar sin cobertura a millones de personas que tengan enfermedades crónicas o hayan sufrido secuelas por el Sars-Cov-2. Un virus que se sigue expandiendo por el país a niveles récord y que no tiene visos de retroceder.

El jueves por la noche, el Gobierno de EEUU presentó un recurso de inconstitucionalidad ante el Supremo, pidiendo al Tribunal la derogación de la ley al completo alegando que viola los derechos de los ciudadanos a elegir libremente su proveedor de sanidad o decidir quedarse sin cobertura alguna. El Tribunal ya rechazó un recurso similar basándose en que el Gobierno podía imponer una multa a los que no tuvieran uno igual que hace con los seguros de automóvil, pero los republicanos eliminaron esa multa en la ley de reformas fiscales de Trump en 2018. Y eso ha llevado al Gobierno a concluir que ahora la ley entera es inconstitucional, incluidas las cláusulas que protegen de trato abusivo a las personas con enfermedades crónicas o que sufren secuelas de una enfermedad, que Trump ha pedido específicamente que se deroguen también.

El recurso llega en uno de los peores momentos de la crisis sanitaria del Covid-19. En la última semana, numerosos estados del sur y el oeste del país, como Florida, Texas, Arizona o California llevan batiendo diariamente sus récords de infecciones e ingresos hospitalarios.

Este viernes, de hecho, el gobernador de Texas, Greg Abbott, anunció una ristra de medidas de reconfinamiento parcial. Todos los bares cerrarán de nuevo a partir de hoy y los restaurantes verán su aforo limitado al 50% y sus horas de apertura restringidas. Además, todas las reuniones de más de 100 personas deberán solicitar permiso previo. Un giro muy brusco en un estado que el pasado domingo había reabierto los parques de atracciones mientras Abbott afirmaba que solo tomaría medidas de reconfinamiento si los casos se duplicaban diariamente hasta julio. Camino similar siguió Florida, que a las pocas horas también tomó la decisión de cerrar todos los bares del estado.

El mayor problema al que se enfrentan ahora esos estados, todos salvo California con Gobiernos republicanos, es que se libraron de la peor parte de la primera ola, que sacudió especialmente a Nueva York y el norte del país, y un gran número de sus ciudadanos se habían creído invulnerables. Ahora, en Arizona, un estado clave para las elecciones, los infectados diarios están superando a los de Nueva York en sus peores días, y el estado está quedándose sin test suficientes ante la avalancha de casos sospechosos que los solicitan. Algunos de esos estados, que habían llegado a prohibir a sus alcaldes que obligaran a llevar mascarilla dentro de sus municipios al considerarlo una "violación de la libertad individual", están dando marcha atrás a toda velocidad y pidiendo a sus habitantes que la utilicen.

Descalabro en las encuestas

Y el mayor problema para Trump es que su intención de voto lleva varias semanas cayendo en picado, tanto a nivel nacional como en todos y cada uno de los estados que necesita ganar en noviembre para mantenerse en la Casa Blanca. Las últimas encuestas coinciden en situar a Biden sobre los 10 puntos de ventaja frente a su rival, el mayor margen de un candidato a estas alturas del año en medio siglo. Además, el rechazo a Trump sigue aumentando hasta el 55% de la población. Una cifra idéntica a la que aseguraba este miércoles en el sondeo de la Universidad de Siena para el New York Times que "no hay posibilidad alguna" de que votaran por Trump en noviembre.

El mayor reto del presidente es que, al contrario que en 2016, el candidato demócrata tiene unos niveles de aprobación mucho mayores. Y mientras que entonces los votantes que no sentían simpatía por ninguno de los dos candidatos estaban dispuestos a votar por Trump solo por probar algo nuevo, esta vez es el demócrata Joe Biden el que arrasa entre los que no están especialmente entusiasmados, solo para quitarse a Trump de encima.

Quedan apenas tres meses para que abran las urnas en la gran mayoría de estados 

El reto de Trump para estos meses es reformar su imagen y esperar que las crisis simultáneas que sacuden al país -económica, sanitaria y racial- amainen cuanto antes. El problema es que la crisis del virus ha hecho que se disparen las peticiones de voto por correo, que empezarán a llegar a las casas de varios estados clave hasta mes y medio antes de la fecha oficial, lo que va a acelerar el calendario electoral de una forma nunca antes vista. Y la gran mayoría de estados abrirán las urnas presenciales oficialmente en octubre, lo que significa que el plazo para dar un giro a la situación es mucho más corto de lo que parece: apenas tres meses.

Aunque quizá el mayor reto al que se enfrenta el Partido Republicano es la imagen de abatimiento que muestra Trump en los últimos días. Tras sufrir un pinchazo en el primer mitin de campaña en su feudo de Oklahoma -Trump había anunciado un millón de espectadores, y acudieron apenas 6.200 personas a escucharle-, el presidente se ha mostrado bastante deprimido. Y este jueves, en una entrevista con la cadena Fox, Trump no supo qué responder a la pregunta de cuáles eran sus planes para un segundo mandato, y añadió que "Biden va a ser presidente porque algunas personas no me aman". Una imagen muy diferente a la del avasallador líder de masas de hace cuatro años.

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