La democracia más grande de Latinoamérica está al límite. La crisis sanitaria y económica desemboca en una crisis política que ya llevaba meses cocinándose. Brasil es el segundo país con más contagios de coronavirus, por detrás de Estados Unidos y la pasada semana superó en muertes a Inglaterra convirtiéndose también en el segundo país con más muertos por covid-19. Las cifras siguen asustando y no hay indicios de que vayan a frenar, la curva no se doblega y lo peor aún podría estar por venir: un estudio de la Universidad de Washington indicó que otros 100.000 brasileños podrían morir antes de agosto, colocando a Brasil por delante de Estados Unidos como el país con más muertes.
El negacionismo de Bolsonaro y la falta de medidas contra la expansión del coronavirus condenarán al país a la mayor crisis sanitaria y económica vivida nunca. Han sido los gobernadores de los estados de Brasil los que han impuesto las medidas de distanciamiento social ante la pasividad del exmilitar. Por su parte, el presidente los ha tachado de exagerados y de ser "asesinos de empleos".
La única medida que ha tomado el mandatario en contra del coronavirus ha sido la instauración de un protocolo con los medicamentos cloroquina e hidroxicloroquina para tratar el covid-19, a pesar de que la OMS haya advertido de que no es efectivo y es peligroso su utilización. Así se justificaba el mandatario ante el aumento de fallecidos: "Yo lamento todos los muertos, pero es el destino de todo el mundo".
"Yo lamento todos los muertos, pero es el destino de todo el mundo"
El virus se veía venir, y de lejos, así lo avisaron expertos en salud, periodistas y políticos de la oposición. El país presentaba un gran riesgo por sus masificadas ciudades, su gran desigualdad social y la falta de servicios básicos en algunas zonas, como la red de alcantarillado en las favelas.
Estas han sido abandonadas a su suerte por el gobierno, lo que ha hecho que se organicen para hacer frente al virus. Los "presidentes callejeros" de Paraisópolis, la mayor favela de Sao Paolo, se reúnen para coordinar sus esfuerzos, han contratado equipos de desinfección privados, ambulancias, han suministrado bancos de alimentos y gestionado sus propias bases de datos sobre afectados.
Según las estadísticas del departamento de salud de Sao Paulo, las personas que viven en áreas más pobres y contraen el virus tienen hasta 10 veces más probabilidades de morir que las personas en áreas ricas, y los residentes negros de São Paulo tienen un 62% más de probabilidades de morir por el virus que los residentes blancos.
Una crisis de tal calibre en una población ya mermada por la desigualdad está haciendo que los brasileños tomen las calles para manifestarse. La pasividad de Bolsonaro ante el número de muertes y los últimos escándalos protagonizados por él y su círculo han hecho que los brasileños clamen su dimisión.
La controvertida gestión del presidente también ha desatado la polémica dentro de su propio gobierno, su negacionismo y falta de medidas ha hecho que dos de sus ministros de Salud hayan dimitido por sus diferencias a la hora de enfrentarse a la pandemia. Finalmente, el mandatario ha optado por poner al frente del ministerio a un militar sin ningún tipo de experiencia médica. Y es este acercamiento hacia el ejército es lo que está empezando a preocupar a la población, expertos y oposición.
Un gobierno de militares
Casi la mitad del gobierno del presidente está formado por militares en una situación en la que la inestabilidad política está en el punto más álgido de los últimos años. Bolsonaro y su círculo más próximo están siendo investigados por el Tribunal Supremo Federal por delitos de abuso de poder, corrupción y propagación ilegal de desinformación. Tras conocerse esta acusación, el presidente instó a la policía a que olvidase las "órdenes absurdas" del Tribunal. Esta misma semana la Fiscalía brasileña ha afirmado que ve "fuertes indicios" de blanqueo en varias operaciones de inmobiliarias por las que está siendo investigado Flavio Bolsonaro, hijo del mandatario.
Algunas de las figuras militares más poderosas de Brasil están advirtiendo de la inestabilidad que se respira dentro de las filas militares. Sin embargo, en lugar de rechazar la idea tajantemente, el círculo cercano del jefe del Ejecutivo da cada vez más alas a estos rumores. Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del presidente, alabó recientemente a un congresista que ensalzaba la dictadura militar que sufrió Brasil, y mencionó que era inevitable un quiebre institucional similar: "La opinión ya no gira en torno a si ocurrirá, sino cuándo sucederá".
Políticos han señalado la posibilidad de que Bolsonaro intente un "auto golpe de estado"
Este miércoles Bolsonaro advertía que "está llegando la hora de que todo sea colocado en su lugar" tras los varapalos judiciales, sin embargo también aseguraba que su gobierno está del lado de la democracia.
Según The Washington Post, los activistas de la oposición y los políticos han señalado la posibilidad de que Bolsonaro intente un "auto golpe de estado", invocando circunstancias de emergencia para subvertir el poder de algunas de las principales instituciones independientes del país, lo que podría suponer la fragmentación de la democracia más grande de Latinoamérica.
Desde 1974 Brasil empezó un proceso de democratización para dejar atrás a una dictadura militar asfixiante. El país, tras este oscuro pasado, consiguió convertirse en una prospera nación, con energía y mercados en expansión que era capaz de albergar una Copa del Mundo y unas Olimpiadas. Sin embargo, poco más de dos décadas después, este pasado militar sigue presente en los temores de una población y un sistema político que atraviesa una de las peores crisis de su historia.