Internacional

La crisis del coronavirus en EEUU se convierte en una lucha partidista más entre Trump y la oposición

  • El presidente ha animado a "liberar" tres estados de Gobierno demócrata
Una manifestación pidiendo el fin del confinamiento en Michigan. Foto: Reuters

La "Ley de la Gravedad Trumpista" señala que las opiniones de la ciudadanía estadounidense sobre cualquier asunto, dado el tiempo suficiente, acaban convergiendo con la cifra de aprobación del presidente. Da igual el tema. Como si fuera un agujero negro, cualquier debate político en EEUU acaba convertido en, simplemente, "¿estás a favor o en contra de Trump?". Y la crisis del coronavirus se está acercando a esa situación a pasos agigantados: las encuestas y las actitudes de los últimos días señalan que la valoración sobre la gravedad de la crisis y las soluciones preferidas para la desescalada están convirtiéndose de nuevo en una batalla identitaria entre demócratas y republicanos.

Esta misma semana, Trump ha aumentado su insistencia por reabrir la economía ante las terroríficas cifras de paro y el más que probable hundimiento del PIB este trimestre, que no quiere ver apuntado en su historial. El presidente no tiene el poder de ordenar el fin de los confinamientos: eso lo decidirán los gobernadores, que están formando coaliciones regionales para salir de forma coordinada cuando llegue el momento. Pero, aun así, el magnate neoyorquino ha aumentado su presión creando un grupo de trabajo con varios asesores económicos de la Casa Blanca y su hija y yerno para dar sugerencias sobre el regreso al trabajo. Y ayer jueves publicó una guía que indica cómo volver a la normalidad -la "desescalada"- en tres fases, según vaya cayendo el número de contagios y la presión sanitaria.

La señal, sin embargo, ha sido muy clara. En las últimas encuestas, el número de republicanos que pide reabrir los comercios ha subido al 48%, frente al 18% de demócratas. A ese argumento se han sumado públicamente numerosos tertulianos conservadores muy influyentes, cargos electos de estados como Texas o Arkansas y grupos de presión sociales, que han organizado manifestaciones para pedir a los gobernadores de Michigan u Ohio que levanten el confinamiento. Unas manifestaciones en las que sobresalían las gorras, pancartas y hasta furgonetas mostrando el apoyo de los participantes por Trump.

Y el propio presidente no ha dudado en sumarse al carro, con tuits en los que exhortaba a seguir protestando y "liberar Virginia, Michigan y Minnesota", tres estados con Gobierno demócrata. Una actitud partidista y en absoluto conciliadora que ha llevado a la nada el repunte de apoyo que suelen tener los Gobiernos en crisis como esta. La aprobación del presidente, que se elevó tímidamente hasta el 48% en las primeras semanas de la crisis, ha regresado ya al 43% en la el que se había mantenido los últimos tres años.

A eso se suma otro hecho: la epidemia se está reflejando de forma muy distinta por todo el país. Los demócratas suelen arrasar en grandes ciudades y sus pueblos dormitorio, que es justo donde más se está propagando el virus por la gran concentración de personas que viven allí. Por contra, los republicanos tienen sus bastiones en zonas rurales muy dispersas, donde mucha gente tiene que recorrer kilómetros para ir a comprar, y donde algunos restaurantes ni siquiera tienen mesas y la comida se sirve por la ventanilla de los coches para comer dentro de ellos.

Con algunas excepciones -la ciudad de Albany en Georgia, el estado de Dakota del Sur-, la mayoría de estas zonas rurales han visto un número de casos mucho más pequeño que el de las zonas demócratas. Para ellos, los confinamientos son desproporcionados y la crisis del virus, algo lejano. Una visión completamente opuesta a la que hay en ciudades como Nueva York, Houston, Nueva Orleans, Detroit o Chicago, que se están viendo arrasadas por un porcentaje de casos similar al de las grandes ciudades europeas.

Y el mayor problema del país es que, a día de hoy, no es solo el coronavirus: el modo de vida, las preocupaciones, la composición étnica, las creencias y hasta la forma de entender su país son radicalmente diferentes entre las ciudades y el campo, hasta el punto de que ambas poblaciones parecen ser países distintos. Y en un año electoral clave, hasta una crisis sanitaria mundial se ha convertido en una versión más de la pregunta que ha marcado EEUU estos años: ¿estás con Trump o contra él?

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