
Cada vez que nos conectamos a internet, ya sea desde nuestro móvil en el metro, en el ordenador en el trabajo o viendo una serie en streaming estamos consumiendo datos. Sin embargo, pocas veces nos paramos a pensar en la infraestructura necesaria para mantener en funcionamiento todos los sistemas online que utilizamos de forma constante en nuestro día a día.
Además del cableado y los repetidores que llevan la señal hasta nuestros dispositivos, son necesarios multitud de centros de datos que permitan que el tráfico online se mantenga estable y sin incidencias. Esto es un elemento fundamental, ya que estas infraestructuras tienen un límite de capacidad, por lo que para asumir un mayor tráfico de información digital es necesario incrementar su número.
Precisamente esta es la situación que existe actualmente. La pandemia, y especialmente el confinamiento del año 2020, ha aumentado de forma significativa el tráfico de información online, llevando al límite a los centros de datos existentes y dejando al descubierto la necesidad de contar con mayores infraestructuras que concentren los recursos digitales necesarios para el almacenamiento y trabajo remotos. El teletrabajo, la educación a distancia o el ocio digital han provocado fenómenos como que, desde el inicio de la pandemia, Netflix haya tenido reducir la definición en el servicio de streaming de vídeo en Europa de modo temporal para ahorrar datos y no tensionar el tráfico de la red.
Asimismo, las perspectivas no indican que este tráfico vaya a decaer, sino todo lo contrario. Las previsiones de demanda con el despliegue del 5G así como las nuevas áreas emergentes como la conducción de vehículos autónomos, el Internet de las Cosas (IoT), el IoT industrial o el hogar conectado son unos claros indicadores de que las necesidades de este tipo de instalaciones van a incrementarse de forma significativa en los próximos años.
La rentabilidad que ofrecen se sitúa entre el 5% y el 7% para activos prime en Europa Occidental
En este contexto, en el que la oferta de infraestructuras apenas puede cubrir la demanda actual y mucho menos la futura, muchos grandes fondos ya han puesto sus ojos sobre los centros de datos. Estos activos, además de representar una apuesta estratégica para el desarrollo de un sector emergente, también representa una gran oportunidad para los inversores, puesto que las rentabilidades que ofrecen se sitúan habitualmente entre el 5% y el 7% para activos prime en Europa Occidental dependiendo de la duración de los contratos de alquiler, aunque pueden alcanzar incluso las dos cifras en casos excepcionales.
Ahora bien, aunque el interés de los inversores está claro y la necesidad de los centros de datos es evidente, la pregunta clave es: ¿dónde se construirán?
Con esta cuestión sobre la mesa, la Unión Europea tiene claro que no quiere perder el tren de los datos industriales, como lo hizo con el de los datos personales, frente a Estados Unidos y China. Por este motivo, ya se ha propuesto desde Bruselas la creación de un mercado único europeo de datos que abra una nueva vía entre el duopolio establecido por los gigantes americano y asiático.
Sin embargo, a la hora de establecer un punto de construcción de los centros de datos hay muchos factores en juego como la cercanía con grandes ciudades, la proximidad a centros de producción energética y las rutas actuales de fibra. La necesidad de contar con unas ubicaciones tan específicas genera una escasez de suelo que es difícil de solucionar para los promotores, que muchas veces tienen que entrar a competir en precio y, de esta forma, complica la atracción de nuevas inversiones.
Además, a la hora de elegir entre las distintas regiones de la Unión Europea, el coste del suelo solo es uno de los factores relevantes, puesto que también intervienen otros elementos como la seguridad, los recursos humanos, los incentivos fiscales o el suministro y fiabilidad de la energía.
Ante la perspectiva de la dificultad que supone aunar todos estos factores, España se presenta como una firme candidata a convertirse en un Hub Digital en el sur de Europa. Entre los principales motivos de esto podemos encontrar que, además de la evidente capacidad energética del país, el talento de sus trabajadores y la seguridad existente, España ya cuenta con una de las mayores redes de fibra de todo el continente. Asimismo, la península se encuentra en una posición geográfica insuperable, siendo la puerta de entrada a África y América y el punto de confluencia de cables submarinos desde múltiples costas. Todos estos factores convierten a nuestro país en una ubicación estratégica donde se interconectan centros de datos y operadores de comunicaciones de todo el mundo.
Sin embargo, para lograr que este gran potencial se convierta en una realidad, es necesario lograr construir un marco regulatorio ágil, claro, estable, sencillo y, por supuesto, atractivo para inversores y promotores.
En definitiva, todos los factores apuntan a España como el próximo destino de inversión de un mercado en plena expansión. Los centros de datos serán uno de los activos alternativos que más interés van a captar en los próximos años y desde la Unión Europea se quiere potenciar que esas infraestructuras se construyan dentro de los límites del viejo continente. España está ante una oportunidad única de igualar y superar a Reino Unido y Países Bajos en este ámbito y, de esta forma, convertirse un referente mundial en digitalización, mientras construye al mismo tiempo una nueva industria puntera que impulsaría la recuperación económica nacional.