
Al calor de los Next Generation EU y los planes de recuperación tras la pandemia, la siderurgia europea aprovechó el impulso para tratar de acelerar la descarbonización de su negocio. La tecnología: el hidrógeno verde. Pero desde los anuncios y bocetos de 2021 y 2022 poco se ha avanzado y, además, los resultados récord de ejercicios atrás han quedado ya en la mochila por la debilidad de la demanda y las importaciones asiáticas. Ante las dificultades de rentabilizar la inversión, son muchos los proyectos en el Continente que se han aplazado, puesto en stand by o avanzan más lento de lo normal. Nadie, eso sí, quiere hablar de cancelaciones, de momento.
El objetivo de la Comisión Europea con el plan REPowerEU es alcanzar una capacidad de 10 millones de producción de hidrógeno verde para 2030. Y aunque España es de los países que más rápido avanza en esta industria –es el país que más proyectos ha presentado y todas las grandes energéticas; como Cepsa, Repsol, Naturgy o Iberdrola; están en ello- es también de los territorios impactados por este freno al acero verde.
El caso más reconocido es el del proyecto de Arcelormittal en la acería de Gijón, para el que tiene preconcedidos 450 millones de euros en ayudas del Perte de Descarbonización a cambio de una inversión de 1.000 millones. Empresa y administraciones negocian desde dos años en unas conversaciones que parecen tener pocos avances sobre el precio de la energía para producir en la instalación asturiana.
Y aunque haya avanzado con acuerdos y declaraciones de interés en países como Francia –tiene autorizada una ayuda de 850 millones por una inversión de 1.800 millones- y Alemania –incentivos de 1.300 millones-, el grupo luxemburgués admite que todavía le queda un largo recorrido para poder fabricar acero verde. Incluso el consejero delegado en Europa de la cotizada, Geert van Poelvoorde, admitía a comienzos de año en una entrevista con la belga Trends que el acero fabricado con hidrogeno verde es demasiado cara y, por ahora, anticompetitivo.
Pero Arcelormittal, el segundo mayor productor del planeta, no es la única compañía que avanza a un ritmo inferior al esperado. Sin ir más lejos la española Celsa, la sexta mayor acerera de Europa (descontando Rusia y Turquía), aplazó de 2025 a 2027 un proyecto para construir junto a Statkraft la primera fase de una planta de hidrógeno verde con la que nutrir a su instalación de Noruega ubicado en Mo i Rana.
No son las únicas iniciativas con presencia española que no avanzan según el calendario previsto. Poco se sabe del acuerdo entre Iberdrola y H2 Green Steel con una inversión prometida de 2.300 millones para construir una nueva fábrica en la Península Ibérica que se anunció en diciembre de 2021. Según los planes iniciales de ambas compañías, la producción debía comenzar en 2025 o 2026. Sin embargo, no se ha comunicado ni siquiera el nombre de la ubicación final de esta futurible instalación.
Otra de las grandes firmas que ha optado por repensar su estrategia es la alemana Thyssenkrupp. Así lo admitió en octubre, lo que le costó una caída del 4% en bolsa. "Estudiamos continuamente las mejores soluciones, y las más viables económicamente en las condiciones actuales para que el negocio del acero de Thyssenkrupp sea neutral desde el punto de vista climático a largo plazo", dijo como respuesta a la información de Handelsblatt, que apuntaba la idea de detener un proyecto de hidrógeno verde de 3.000 millones de euros en el país. Y eso que entre el Gobierno germano y el Estado de Renania del Norte-Westfalia aportaban alrededor de 2.000 millones de financiación.
Detrás del freno de proyectos está el elevado coste de producir acero con hidrógeno verde. Así lo admitía el propio Jeremy Rifkin, asesor de la Comisión Europea y uno de los grandes defensores de la tecnología, en una entrevista reciente con elEconomista.es: "Estamos lidiando ahora mismo con los problemas de rentabilidad. Pusimos un esfuerzo multimillonario en ello. Se ha hablado mucho de ello y sigue siendo caro, pero está a punto de escalar".
De hecho, el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, pidió a la UE un retraso de siete años en algunas normas sobre la implementación del hidrógeno para garantizar una transición más lenta para garantizar la demanda. Y es que el acero está pasando por su propia crisis, como se nota en los resultados de las grandes compañías del Viejo Continente.
En una carta abierta emitida en octubre, la patronal europea del sector, Eurofer, avisaba que la industria "atraviesa su peor periodo desde la crisis de 2008". Más allá de la debilidad de la demanda en el Viejo Continente, "esto se debe al impacto de la sobrecapacidad mundial de acero y al comercio injusto –en referencia a la sobreproducción de acero subvencionado en China y otros países asiáticos-, que amplifica el impacto de la baja demanda de acero y los altos precios de la energía en la UE", añadía. Sin "tomar medidas urgentes", "será difícil invertir en ambiciosos proyectos de descarbonización hasta 2030 y más allá".
Por ello, además de medidas comerciales para hacer frente a las importaciones, demandaba "acciones en toda la Unión Europa" para reducir los costes energéticos. Según un estudio de LeadIt –un organismo formado por empresas y Gobiernos lanzado por Suecia e India- "Es probable que la demanda de electricidad renovable para proyectos siderúrgicos ecológicos alcance hasta 135 teravatios hora al año, el equivalente al consumo anual de electricidad de un país del tamaño de Suecia" si se llevan a cabo todos los proyectos anunciados.