
Las últimas encuestas publicadas de cara a las elecciones generales de finales de abril dibujan un panorama post electoral infernal que puede acabar en unas segundas elecciones antes de que acabe el año, con un verano agitado de por medio plagado de posturas de cara a la galería, líneas rojas y cordones sanitarios.
Parecía, hasta el anuncio de convocatoria, que los electores sabían ya claramente después de lo ocurrido en Andalucía que sólo hay dos bloques posibles para formar mayorías que permitan una formación de gobierno: la mayoría inmoral que aupó a Sánchez a La Moncloa gracias a la instrumentalización de una herramienta constitucional como la moción de censura, y la mayoría alternativa que se ha formado en San Telmo, con PP y Ciudadanos gobernando y el apoyo externo y controvertido del nuevo actor institucional, VOX. Pero los sondeos corrigen esa impresión inicial y dan elevadas opciones al presidente para evitar que las fuerzas de centro y derecha puedan sumar 176 escaños. No es extraño, porque tal y como se apreció claramente en el anunció electoral, si el líder socialista tomaba la decisión de disolver la legislatura era porque sabía algo que los demás desconocían, y eso ha salido ya a la superficie.
La mayoría alternativa al conglomerado de apoyos que ha tenido Sánchez estos últimos ocho meses se puede desinflar por la fragmentación del voto en tres fuerzas que están compitiendo por un mismo electorado y que se están despellejando vivas unas a otras provocando esa atomización letal para sus intereses.
Por su parte, la mayoría de la moción de censura podría sumar más escaños que la anterior, pero resulta inconcebible que se repita esa fórmula cuyo desgaste ha provocado el rechazo a unos presupuestos y la retirada de su apoyo al presidente por parte de los partidos antiespañoles. De esta forma, y si es cierta la negativa de Ciudadanos a apoyar una posible investidura del renacido y resistente jefe de gobierno, estaremos ante un sudoku de imposible resolución que provocará otro vacío de varios meses hasta que se convoquen nuevos comicios, antes de la Navidad. Cuando en países como el nuestro es imposible e innombrable la coalición de los dos más votados como elemento de estabilidad institucional y política, este es el resultado. Y va para cuatro años ya con este maravilloso panorama provocado por el multipartidismo.
Otra solución podría ser, si PSOE y Ciudadanos suman lo suficiente, la retirada de Sánchez tras las elecciones para que Rivera pueda apoyar a otro candidato o candidata socialista. Pero coincidiremos todos en que el autor del manual de resistencia no parece un político dispuesto a sacrificarse en aras del interés general, aunque lo haya hecho antes cuidando mucho el suyo personal. Por todo esto se explica la carta remitida por la presidenta del PSOE al líder naranja para afearle su decisión de no apoyar a Pedro Sánchez tras las elecciones, aunque deje abierta la puerta a pactos con otras personas de ese mismo partido en las comunidades y ayuntamientos. El principal fabricante de vetos contra aquellos que no profesan sus ideas, políticos o ciudadanos de a pie, se ruboriza ahora al ser víctima de uno de ellos.