
El único hecho incontrovertible de los acuerdos alcanzados en Andalucía en las últimas semanas y días es que van a suponer el cambio político en una región española en la que nunca en democracia había existido ese resorte tan aconsejable que es la alternancia en el poder. Todo lo demás no sólo es controvertido sino que se está llegando a unos extremos de frentismo que confirman el actual y lamentable estado del debate público en España. Los maximalismos están de moda y arrastran a casi todos los actores políticos y mediáticos, con excepciones muy agradecibles que tratan de buscar la moderación y el entendimiento entre opiniones diferentes. El contexto político andaluz va a ofrecernos una buena piedra de toque para saber si la política entra en otra fase o sigue instalada en este marasmo de intereses personales y partidistas en que se viene moviendo desde hace más o menos un lustro.
Hay en todo caso elementos para el pesimismo. La descalificación del entendimiento alcanzado entre las tres fuerzas políticas que van a llevar a la presidencia de la Junta a Moreno Bonilla no ha hecho más que empezar. Se habla de 'pacto de la vergüenza' por medios y partidos que sin embargo aceptaron como plenamente democráticos y para nada vergonzosos los acuerdos para gobernar con fuerzas caracterizadas por su radicalidad y visceralidad desde los tiempos en que sus máximos responsables estaban en la universidad, o incluso con partidos abiertamente antiespañoles que pretenden destruir la Constitución que nos une y los símbolos que nos representan. La vergüenza es selectiva, al parecer. Se descalifica incluso desde fuera del país, como ha hecho el gobierno francés, a quienes pese a intentar demostrar lo contrario van a gobernar con el apoyo de Vox. El aleccionamiento desde París para que de ninguna manera se dialogue o pacte nada con un partido político votado por cientos de miles de ciudadanos resulta poco admisible. Sería comparable a que desde La Moncloa se criticara al partido socialista portugués por sus alianzas con radicales de izquierdas, aunque ya sé que eso jamás ocurrirá. Macron, como su compatriota Valls, están intentando adoctrinar a los españoles sobre lo que es bueno y lo que es malo, y podríamos imaginar lo que dirían si esas criticas fueran en sentido contrario.
Por mucho que se nos trate de desviar del tema central, ha nacido una mayoría impensable hace tres meses, que supone una alternativa viable y creíble a la otra mayoría al estilo Shelley que se ahormó en 2018 para desalojar al PP del gobierno. El primer capítulo de nuestra próxima historia en el que la formación de este nuevo bloque alternativo tendrá un peso específico serán los ayuntamientos y las comunidades, donde es posible que PP, Ciudadanos y Vox arrebaten una importante cuota de poder a la alianza de socialistas y radicales de izquierda, que deberíamos denominar como ultraizquierda si fuéramos ecuánimes en el uso del término empleado a diario con el nuevo partido de Abascal. El análisis de los primeros pasos del gobierno de Moreno Bonilla y Marín permitirá a muchos electores tener más elementos de juicio para ir a votar en mayo. Los hechos podrían desmentir a quienes dudan de 'eso' de la Consejería de Familia, porque es el primer gobierno en España que creará un departamento con máximo rango para proteger a las familias y fomentar la natalidad con el fin de vencer este invierno demográfico que amenaza con llevar a España a su meditada y merecida autodestrucción.