
El proyecto de fusión de Unicaja y Liberbank ha puesto en el centro de todas las miradas a Ibercaja, una entidad de pequeño tamaño que lleva años luchando y consiguiendo mantenerse en solitario. El grupo aragonés tiene claro que su proyecto de futuro no pasa por una integración y si se ve obligada a abordar una operación corporativa será para liderarla, es decir, para absorber algún otro grupo financiero que le permita cumplir con las exigencias de los reguladores.
En las últimas semanas ha dado muestras de que va en serio y que intentará por todos los medios llevar a cabo la salida a bolsa que tiene sobre la mesa para que la Fundación Ibercaja reduzca su participación de control, tal y como le reclama la normativa impulsada por el BCE. Su estreno en el parqué está previsto que no se active hasta el mes de marzo y que se llevará a cabo en función de la situación de los mercados. La entidad aragonesa tiene de plazo hasta finales de 2020 para debutar en La Plaza de la Lealtad, un tiempo suficientemente razonable para que se pueda ejecutar.
Eso sí, en Zaragoza los directivos del banco son muy exigentes y no están dispuestos a vender las acciones a cualquier precio. Ya lo han demostrado en el pasado, cuando interrumpieron los planes de colocación de un paquete de títulos a inversores cualificados. Creen en las posibilidad y en la capacidad de crecimiento que tiene Ibercaja, después de haber sobrevivido a la peor crisis financiera y ahora que la evolución de tipos de interés se revertirá (algo que permitirá mayores ingresos una vez comiencen a subir). El grupo aragonés se ha desprendido en diciembre de una cartera relevante de activos improductivos para sanear su balance y lograr un aumento de su rentabilidad en el futuro.
Además se ha deshecho de varias participaciones industriales para enfocarse en el negocio tradicional bancario. Que consiga o no mantener la independencia dependerá no solo de cómo las bolsas se comporten en los próximos dos años, sino también de cómo sea percibida por los inversores y de la presión que ejerzan los supervisores, que reclaman nuevas fusiones tanto en Europa como en España.
Por eso, Ibercaja tendrá la obligación de acelerar la limpieza de sus activos tóxicos y buscar fórmulas nuevas que incrementen su cuenta de resultados, básica para lograr su objetivo de cotizar. En el ADN de Ibercaja siempre ha estado la defensa de un modelo de cercanía con el territorio de origen, el tradicional de las cajas de ahorros ,que se perdió en la época de la 'burbuja' inmobiliaria y la posterior crisis en la que desaparecieron la mayor parte de estas entidades. Por eso pretende mantenerse en pie, más allá de la influencia y el poder de sus máximos responsables.
En su campaña para atraer sobre todo a los fondos de inversión para debutar en el parqué tendrá que echar toda la carne en el asador para explicar este modelo, ya que este tipo de compradores solo buscan el rendimiento. Ibercaja no es la única entidad mediana que ha permanecido independiente, pero su situación es distinta. Abanca, por ejemplo tiene un dueño venezolano. Y Kutxabank, el respaldo del PNV para seguir en solitario.