Firmas

La gira de Iglesias anticipa el horizonte político

  • ¿Puede el Gobierno convencernos de que es normal que su socio hable de presos?
Pablo Iglesias. Foto: Efe

Visita a la cárcel donde se encuentra Junqueras, conversación telefónica de casi una hora con Puigdemont, y reunión en Ajuria Enea con Urkullu. En sólo tres días, Pablo Iglesias ha tomado las riendas de la negociación política, sin estar autorizado por el gobierno pero sin haber sido desautorizado desde Moncloa. Ya pueden los ministros y el presidente repetir de forma reiterada que Iglesias no representa al ejecutivo, que no lograrán convencer más que a los convencidos. El resto sabe bien lo que ha planteado el líder de Podemos a sus interlocutores, por mucho que se repita que "la negociación en nombre del gobierno la hace el gobierno"

Como ha dicho el propio viajero, se trata de actuar en el futuro con la perspectiva suficiente para garantizar que la actual mayoría parlamentaria nacida de la moción de censura se prolongue el mayor tiempo posible. Incluso con gobiernos de coalición en los que podrán interactuar PSOE, Podemos y ERC, y que recibirían el apoyo externo de la fuerza de Puigdemont, sea cual sea su nombre por entonces, y del sempiterno PNV. Den la vuelta a la composición de los ejecutivos para interpretarlos en ámbito nacional, autonómico, provincial o local, pero de ese vaso mezclador agitado se extraerán las políticas que los españoles vamos a contemplar en el próximo lustro. Tan importante, crucial, es la gira de Iglesias que vemos estos días en los informativos. Se está diseñando en estos encuentros y conversaciones el inminente devenir de la política española, que se apoyará en fuerzas separatistas como sustento.

Mientras tanto, nada por ahora perturba el mandato sobrevenido del presidente. Las formaciones independentistas no van a dejar de apoyar a Sánchez en las votaciones en las que se juegue la presidencia y la legislatura aunque haya una sentencia dura contra los golpistas del proceso. No lo harán, porque incluso en ese escenario judicial implacable les convendrá más el gobierno socialista apoyado por Podemos que cualquier otra alternativa que pasa necesariamente por PP y Ciudadanos, a los que podríamos añadir otras formaciones más indeseables aún para ellos que cobran fuerza por momentos. Con las luces y las sombras que le proporcionará este tortuoso camino, el jefe del ejecutivo seguirá adelante aunque tenga que convivir con situaciones inexplicables, o mejor aun, aunque su partido tenga que convivir con alianzas inexplicables. ¿Puede el Gobierno convencernos de que es normal que su socio parlamentario preferente hable de presos políticos y de que hay que condicionar a la justicia para que los libere?. Como cada día comprobamos, esa situación es ahora la normalidad sin que una sola voz de las que forzaron hace dos años la salida de Sánchez de Ferraz eleve en el presente su tono.

Mientras eso ocurre en las filas de la mayoría estilo Shelley, los partidos que podrían construir una alternativa siguen a lo suyo: lanzándose invectivas con las que pretenden perjudicar a quien supuestamente ocupa parte de tu electorado, sin reparar en que ambos son complementarios y se van a necesitar. Eso, si es que su objetivo es el futuro del país. Si lo que se buscan son los personalismos típicos de la era de la posverdad y el 4.0, lo están haciendo realmente bien. En frente tienen partidos variopintos unidos solo por el objetivo de evitar que no gobierne la izquierda, y que no cederán un milímetro en su extraña alianza de conveniencia.

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