
E ste jueves pasado ha sido el penúltimo aviso, pero seguro que va a haber más, de una desaceleración económica en Europa por parte de una institución, casa de análisis o servicio de estudios, medianamente serio o creíble. Por cierto, el organismo que lo ha hecho público no es uno más, es el Banco Central Europeo. ¡Palabras mayores!
Mi tan estimado actual gobernador, Mario Draghi, lo ha dejado claro por activa y por pasiva, con magnífica claridad en su exposición. El gobernador ha dicho que no va haber un cambio sustancial en el diseño de política monetaria que actualmente mantiene el BCE, expansiva pero en grado terminal. Bueno sí, ha habido una salvedad especialmente relevante para los que creen que es buena la inflación para pagar deudas, especialmente cuando como en la deuda pública no se pagan y se refinancian, incluso se incrementan saltándose los límites de déficit público. Don Mario, súper Mario, ha dicho: "Siempre que los nuevos datos confirmen las perspectivas de inflación a medio plazo". Por supuesto y como no podía ser de otra forma, el BCE no pierde de vista, no debe hacerlo jamás, máxime en un contexto de tremendo incremento de deuda pública de algunos países, la variable más nefasta que existe en economía, la peor para los ciudadanos: la inflación. Inflación, la lacra que hunde a los ciudadanos de rentas más bajas, el más execrable de todos los problemas económicos. Miren a Venezuela, a su gente y sabrán lo que es la inflación: miseria, hambruna, éxodos de población; todo ello en uno de los países más ricos del mundo en materias primas probadas.
Pues bien, unas pocas horas antes de que todo un gobernador del BCE anunciase problemas, la actual ministra de economía, Nadia Calviño con preparación mas que suficiente, decía en un foro económico que el Gobierno socialista no iba a modificar el objetivo de crecimiento. Señalaba, eso sí, que a lo mejor, a lo peor debería calificar la situación, la subida de impuestos tenía que ser mayor de lo anunciado. Aviso a navegantes: subida de impuestos.
Pero vayamos por partes, ¿hay signo de ralentización? Claro que los hay: recuerdan los datos de paro tildados de desastrosos, han visto como se contraen las ventas a minoristas, no les extraña la caída del precio de la vivienda, la bajada de las exportaciones españolas, esos datos de turismo peores que el año anterior, el empeoramiento de la balanza comercial. Ustedes comienzan a sufrir un recorte de su capacidad de compra, inflación al 2,2%. Siempre y no se cuentas las veces: la maldita inflación. El freno a las inversiones directas, no las de Bolsa tremendamente volátiles, sino a las directas. La caída o freno a las expectativas de los agentes económicos.
Por supuesto que en el caso español, más con la situación política existente, debemos interrogarnos si el actual Gabinete presidido por Pedro Sánchez es el culpable. La respuesta es clara, no rotundo, Sánchez no es el culpable de la actual situación. Detrás de ella se sitúa una política monetaria exhausta por el tiempo, no está el presidente interino. El agotamiento de la política monetaria, el alza del precio del crudo, la ralentización del comercio mundial, la guerra de divisas larvada a la que se asiste, el proteccionismo, el populismo, la falta de liderazgos fuertes, la necesidad de acometer re-formas largamente olvidadas y sin redaños para llevar a cabo, son los culpable. Una vez más y de forma rotunda, Pedro Sánchez no es el culpable, insisto, es el agotamiento de las recetas tomadas hasta el momento. Poco puede hacer ya la política monetaria, máxime cuando los apoyos exógenos se agotan, los denominados vientos de cola.
Siendo esta ausencia de culpa de Sánchez y su Ejecutivo una obviedad absoluta, la preguntas es obligada, ¿puede la situación actual política perjudicarnos? Desde mi punto de vista, la respuesta es rotunda: no puede, ya nos está perjudicando. En materia de inversiones hay ya una congelación de flujos inversores, salida de más de un millardo de euros del Ibex, sustancial incremento de la prima de riesgo de española frente a la italiana, el comisario europeo Moscovici pidiendo los presupuestos. Todavía los daños no son considerables y son gestionables, sin embargo de seguir así los bolsillos de los españoles pueden resentirse.
Cuando alguien ostenta el poder tiene capacidad de gestión, debe ejercerla. En economía, a los agentes económicos no les gusta nada la ambigüedad; eso de "donde dije digo, digo Diego" Menos aún que a nadie se le explique cuales serán las líneas básicas de una política económica para hacer frente a una situación de desaceleración. Perplejos deja que la ministra de Economía diga que no va a revisar a la baja el escenario económico del Gobierno, que en todo caso habría que subir impuestos. ¿Subir impuestos restando renta disponible a los consumidores con una luz disparada, el petróleo subiendo, precios moderadamente al alza?
Es cierto, y así hay que decirlo, que Sánchez no es el culpable, ahora bien, ante el posible escenario adverso es necesario reconocer la situación y actuar. A un Gobierno se le llama ejecutivo por tener la capacidad de ejecutar, si lo prefiere por poner en funcionamiento un programa, según la RAE. ¿Tiene Sánchez programa de gobierno y no solo la de exhibirse por una mera plataforma electoral? ¿De tenerlo, cuál es ese programa? ¿Tiene la capacidad con 84 diputados propios para llevarlo a cabo? ¿Su marcada debilidad le permite ser un ejecutivo?