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El futuro inmediato del centro-derecha español

  • Aznar lleva años granjeándose el rechazo de los militantes del PP
Foto: EFE

José María Aznar lleva muchos años granjeándose el rechazo de los militantes del PP. Incluso de los más adeptos a su forma de entender la política. Las declaraciones constantes contra Mariano Rajoy, siempre eligiendo el momento para dañar más aún, han sido munición valiosísima para todos aquellos que han ido día a día, mes a mes, socavando la credibilidad y el prestigio del partido más votado de España. Maná caído del cielo para ellos, y amarga medicina para los que antaño fueron sus correligionarios, que hoy poco o nada tienen que ver con él.

Reconstruir el centro-derecha, dice Aznar. Y se ofrece como colaborador en esa empresa, milagro auténtico que no pretenda liderarla al estilo de como gobernó el país en aquella segunda legislatura de su mandato. Aceptando que el centro-derecha está destruido, cosa más que discutible, sería el empeño de reconstruir algo que él mismo ha contribuido a dinamitar con sus diatribas. La frase de Rajoy en el anuncio de su adiós es la mejor respuesta a su actitud de todos estos años: "Mi conciencia me exige ser leal".

El centro-derecha español es un espacio político que ocupa en solitario desde hace varias décadas el Partido Popular, y todavía hoy no existe otra formación que pueda atribuirse la presencia en ese mismo espacio. Lo que le ha ocurrido al centro-derecha no es la aparición de un partido con las mismas características que el PP que le dispute su electorado. Lo ocurrido es la fuga de su electorado hacia las posiciones de otras formaciones que han estado aquí y allá, que han nacido como fuerzas de izquierdas y en su devenir han ido parasitando definiciones (o indefiniciones) de sus más cercanos adversarios. La derecha moderada y centrista ha perdido votantes. Esa es la realidad, pero no la aparición de un abanico de fuerzas ideológicamente parecidas como ha ocurrido en la izquierda, donde sí ha habido una evidente fractura.

Es el caso evidente de Ciudadanos, al que muchos insisten en hacer pasar por un partido de centro-derecha. Si lo fuera, no habría actuado como lo ha hecho durante los dos años cortos de gobierno popular, convertido en el principal opositor y azote del presidente. Ahora Ciudadanos tendrá que recluirse para rediseñar una estrategia política distinta porque la desarrollada hasta la semana pasada le ha dejado compuesto, sin elecciones, sin Partido Popular al que contraprogramar diariamente y sin visibilidad, como está siendo evidente en esta semana post traumática. Curiosamente, el grifo de las encuestas que manaba a raudales semana sí semana también se ha secado desde que la moción de censura triunfara. ¿Tendrán los españoles la misma valoración ahora de los actores políticos que hace unos días con Rajoy como presidente? ¿No sería interesante conocerlo ya?

Haga lo que haga en estos veinticuatro meses que durará aún la legislatura, el Partido Popular tiene que asimilar la situación, su realidad vital del pasado y del futuro: no puede gobernar salvo que logre la mayoría absoluta. Y así seguirá siendo porque nadie ha aparecido en el centro-derecha junto a él, nadie con quien poder compartir las líneas generales de un proyecto para España. Quienes podrían haber asumido ese papel estos dos últimos años se sumaron a la nefasta oleada general que considera a una parte del país incapacitado y descalificado para ocupar puestos de decisión.

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