Firmas

La demagogia del impuesto a la banca

Pedro Sánchez, Secretario general del Partido Socialista Obrero Español

Sánchez quiere llamar la atención y ha roto el silencio de un PSOE que debe reubicarse en la oferta política. Ya no considera a Podemos, en claro descenso, socio preferente y quiere aprovechar este desgaste para tomar impulso por la izquierda y seguir drenando votos a la formación morada, principal caladero en el que quiere pescar y auténtico pollo sin cabeza de radicalismo populista, máquina de espantar electores que quedará, con toda probabilidad, reducido a los sectores comunistas y antisistema de toda la vida.

En ese contexto, al jefe de la oposición se le ha ocurrido la panacea que va a solucionar los males de las pensiones: impuestos a la banca. Lo que no dice Sánchez es que los impuestos a las empresas los pagan sus clientes por la necesidad que tienen de obtener beneficios, algo apremiante en la banca por las obligaciones regulatorias que les impulsan a ser rentables para atender las necesidades de coberturas y capital. Así que donde dice impuesto a la banca lo que en realidad está diciendo es impuesto a los clientes de los bancos que, al final, somos todos los españoles.

La idea de que los españoles han rescatado a la banca y que ésta ahora tiene la obligación de rescatar las pensiones enternece a cualquiera. Es como la justicia divina aplicada al pensionista y sitúa a los banqueros como los garantes del sistema, papel que obviamente no les corresponde ni les otorga la legislación y la regulación, más preocupadas, como es lógico, de que cumplan con su misión de financiar a la economía manteniendo la solvencia y operatividad en los mejores términos. Pero a Sánchez no le basta con esto y quiere cargar a la banca con más obligaciones que, paradójicamente, perjudicarán el cumplimiento de sus objetivos prioritarios, encareciendo el crédito y las comisiones.

Los clientes bancarios, todos, tenemos otra ocurrencia que agradecer a los políticos y en el actual escenario, en el que la concentración bancaria resta más oportunidades a la competencia y se está produciendo un encarecimiento de los servicios, sólo falta un nuevo motivo para que esta tendencia se agrave.

Con un impuesto especial a la banca se pretenden recaudar unos 1.000 millones de estas entidades y con la aplicación de tasas a las transacciones una cantidad sin cuantificar. Teniendo en cuenta que el agujero de las pensiones se cifra en unos 15.000 millones de euros, la solución es escasa. Sin embargo, detraer 1.000 millones de euros a los beneficios bancarios en un escenario en el que se exige que estos aumenten es un claro incentivo al encarecimiento de los productos y servicios bancarios, en perjuicio de toda la clientela. Es imposible que la banca pueda lidiar con un recorte de beneficios, razón por la que esta propuesta es demagógica y absurda en un contexto en el cual lo que hay que seguir fomentando es el refuerzo de la solvencia bancaria, al tiempo que ésta puede ofrecer servicios y financiación en las mejores condiciones y sin distorsiones de precios.

Las pensiones no se garantizan con ocurrencias, sino fomentando la creación de empleo. Subir impuestos no es un buen camino para incentivar la actividad privada, que es la que genera trabajo, pero esto es difícil que un político que quiere situarse a su izquierda llegue a comprenderlo, sobre todo cuando le está haciendo una opa hostil al populismo, subiéndose al carro de unas propuestas que están más pensadas para atraer simpatizantes que para ser aplicadas en el corto plazo, puesto que carece de responsabilidades de gobierno.

Como no es lo mismo predicar que dar trigo, si tuviera que enfrentarse a la foto completa de la economía, se daría cuenta de que actualmente lo mejor que se puede hacer con el sistema financiero es dejarlo tranquilo y aligerarlo de cargas, pues debe cumplir un papel esencial como financiador, mientras se enfrenta a drásticos cambios en su modelo de negocio y estructura de costes. En este momento, en el que se está recuperando un papel dinamizador del crédito mientras persisten problemas en el balance de algunas entidades, cada vez de menor dimensión, no es hora de hablar de tributos, sino de contribuir al definitivo saneamiento del sistema, dejando que éste cumpla con su misión, sin encomendarle otras que no le corresponden.

Como siempre, se pretende vestir un santo desvistiendo a otro, cuando lo que hay que hacer con las pensiones es seguir con su reforma, al tiempo que se fomenta la creación de empleo para que sus fuentes de financiación puedan reducir la brecha entre pensiones y cotizaciones.

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